Mi primera carrera con dorsal, la Salomon Run Barcelona

Me habían enredado para colgarme un dorsal de una vez por todas. Como si no tuviera suficiente con madrugar un sábado para salir a correr, ahora tenía que hacerlo un domingo. Y esta vez tocaba ponerse en pie al primer aviso del despertador. No valía la eterna lucha de cinco minutos más con ese aparato que carga el diablo. Y lo peor, no valía lo de “casi que mejor salgo a correr por la tarde”. Ducha para despejarse y al lío.

La cita era la Salomon Run Barcelona y ahí nos dirigíamos minutos antes de las ocho de la mañana. Justo cuando asomaba definitivamente el sol y ya nos hacíamos una idea de que fresquito, lo que se llama fresquito, no íbamos a pasar. ¡Que calor, por Dios!

Esta era la primera vez que participaba en una carrera con dorsal. Había vivido la Behobia San Sebastian como acompañante y espectadora, pero nunca había tomado parte en primera persona de este tipo de espectáculo. Porque esto es un espectáculo. Speaker, música, carpas donde recoger el dorsal y la camiseta, guardarropa, lavabos… incluso un escaparate donde ver las novedades de la marca de zapatillas que organiza la carrera. ¡Y dos zonas para fotografiarte! Un photocall de esos que tan de moda están y una linea de meta ficticia con maniquíes para hacerte una foto de la llegada.

La salida, puntual a las 9:30, terminó por ponerme la piel de gallina. Esperar a que se pusiera el cronómetro en marcha entre tanta gente que se intentaba concentrar y se iban dando ánimos –la gente se toma muy en serio esto de correr–. La música a todo volumen y los ánimos del speaker. Lástima que no me acompañara toda la carrera, sobre todo cuando empecé a sufrir lo insufrible.

Tenía claro que mi objetivo era acabar y, a pesar de que estar en esa salida me hacía sentir como una atleta profesional, en cuanto llegué a las primeras escaleras que te suben al MNAC me di cuenta que mi lucha iba a ser por no llegar la última. Y al terminar con el segundo tramo de escaleras ya quería retirarme. ¡No llevaba ni un kilómetro! Suerte que me acompañaba mi liebre –acabo de aprender que se llama así– particular y no dejó de animarme y dosificar mi esfuerzo durante todos los kilómetros.

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La carrera en si es alucinante. Es verdad que no he probado otra, pero el recorrido será difícilmente superable. Correr por Montjuïc es espectacular. Las vistas, es cierta la publicidad de la Salomon Run Barcelona, son impresionantes. Si el cansancio y la respiración te permiten levantar la mirada –en muchos tramos a mi me resultó imposible–, el paisaje es de lo mejor que he visto.

La combinación de tierra y asfalto es perfecta. La verdad que los tramos donde pisabas el asfalto era donde más pegaba el sol y más calor hacía. Las zonas con sombra eran un regalo para nuestros pulmones y, por suerte, de vez en cuando la había. No sé cómo podrán correr los participantes de la Titan Desert tantas horas bajo el sol.

Sobre las escaleras, más de 1.600, he de decir que al final acaban formando parte del recorrido y son un aliciente más. Yo anduve en todos los tramos de escaleras. No tengo ningún tipo de técnica para no acabar de morros con el suelo y preferí no tentar a la suerte y, además, hoy mis piernas me lo agradecen. Pero ver como los corredores te adelantan subiendo de dos en dos es muy divertido.

Al final salieron algunos metros menos de los 10 kilómetros esperados, cosa que yo agradecí. ¡Bastante desnivel tiene la carrera de por sí! 200 metros de subida y otros tantos de bajada. Parecía que estábamos metidos en un maldito tobogán. Pero del primer al último metro es muy duro. No es una carrera fácil, pero si te la planteas bien es una carrera preciosa para debutar. Ese fue el trabajo de mi liebre. Y la verdad es que lo bordó. Acabé en 1 hora y 16 minutos. Entrenando cuando puedo desde hace medio año. Así que no está nada mal para un recorrido tan exigente como el que te enfrentas en la Salomon Run Barcelona.

La carrera todavía tuvo un par de sorpresas finales. El paso por el Poble Espanyol que, aunque es cortito, es muy bonito. ¡Además era un indicativo de que ya me quedaba poco para acabar con el sufrimiento! Y la segunda sorpresa es que después de bajar las escaleras del MNAC y divisar la meta todavía te quedaba dar una vuelta entera a las fuentes. ¡Que mala leche! Después de enseñarte la meta te obligan a dar una última vuelta al ruedo con otro tramo de escaleras.

Menos mal que la llegada es espectacular. Nuevamente piel de gallina. De verdad que me dio la sensación que me estaban esperando. No fui la última pero pocos más quedaban a mi espalda. Y mientras recuperábamos fuerzas con el generoso avituallamiento pudimos escuchar como el speaker anunciaba la llegada del último corredor. Esta vez sí, al que de verdad todo el mundo esperaba.

Debutar en una carrera es algo indescriptible. A pesar del cansancio y el esfuerzo, cuando llegas a casa recuerdas todos los rincones por los que has pasado. Recuerdas cada uno de los sitios donde te has dejado el alma por seguir adelante. Y a pesar de llegar de las últimas, tienes ganas de ver las clasificaciones. Casi puedo asegurar que esto engancha. Porque creo que ya tengo ganas de volver a disputar otra carrera. ¿No podrían hacer una versión de la Salomon Run Barcelona también en otoño?

Foto meta: Runedia Novotiming

Foto carrera: David Patán (blogmaldito)

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