Volvimos a perder. Sí papá. La misma amargura que os provocó aquel alemán de nombre impronunciable en Bruselas se repitió en Lisboa. Con la misma crueldad, con el mismo desencanto. El mismo número ‘4’ haciendo posible lo imposible. El que apartó a Reina de la eternidad y dejó a Courtois fuera de la leyenda. Dicen que no debe existir la tristeza, pero hoy la tristeza es infinita.
Ahora vuelve a la cabeza tanto aquel regreso desde Bélgica como el que años después sufriste desde Sevilla. Tocado por la fatalidad proclamaste que jamás podrías disfrutar de una Copa de Europa ni con el Atlético ni con el Barça. Llegaste a tiempo en Wembley y ahora sufro por no llegar yo a tiempo con los ‘otros’. No es fácil de explicar a quienes se han acostumbrado a ganar qué se siente cuando haces todo un camino para derrumbarte en el último escalón. Bueno, ni fácil ni difícil… Simplemente es imposible.
Hacía tiempo que no sentía el vacío futbolístico que ayer me aplastó contra el sofá. Por mucho que en el Barça las cosas hayan ido a peor, lo vivido en los últimos años había provocado un cambio de hábitos en todos nosotros que nos regalaba una fe inquebrantable. Aquello que nació en Kaiserslautern o que alcanzó el cénit en Stamford Bridge. Aquel remate milagroso y afortunado en París… El fútbol fue generoso y justo con el Barça, sí. Pero no quiso, o no supo, trasladarse al Atleti.
¿Recuerdas el ‘ay ay ay‘ del pasado? ¿Te acuerdas de cuando la fatalidad vivía pegada a nuestra piel en blaugrana? Te lo pregunto a ti porque tus nietos no tienen ni idea de qué es ni qué se siente. Te lo digo así porque ayer tu nieto estaba seguro de que el Atleti resistiría mientras yo me iba hundiendo en esa media hora terrible en la que el Madrid nos acorraló de mala manera.
Cuando Sergio Ramos (ese tipo al que tanto desprecian algunos y al que debió fichar el Barça en su día) marcó el gol recuperé de golpe esa vieja sensación de impotencia, de pesar, de abatimiento. Como un autómata, cada vez más empequeñecido, contemplé el derrumbe final y me trasladé a mi niñez. A esos tiempos en que la radio me escupía que al Barça le habían atropellado en Castellón, ridiculizado en Burgos, desnudado en Salamanca…
¿No es lo mismo? Probablemente no. Seguro que no. Pero por lo menos tu puedes entender y compartir este vacío. El Madrid ya tiene su ‘Décima‘ y, perdona, para mi no hay consuelo que valga. Si es difícil de digerir desde el prisma de un culé, imagínate como se debe sentir hoy un colchonero, al que le habrán robado de golpe la alegría de haber ganado la Liga.
Godín dijo anoche que volverán a jugar una final de este tipo. Yo, qué quieres que te diga, lo dudo. Ahora mismo solo quiero revivir con Luis Enrique lo que nos dio Guardiola. De nuestro Atleti no sé qué esperar y casi prefiero no saberlo. El tiempo nos dirá si fue un sueño o el inicio de algo más.
Y perdóname, una vez más, por molestarte, papá. Hoy entiendo, más que nunca, qué sentiste al volver de Sevilla. Y eso que ayer yo apenas me levante del sofá. Nos quedamos, otra vez, a un palmo de la gloria.
* I què difícil em resulta escriure’t en castellà …