Rosell en tres actos

I. NO US FALLARÉ

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«Seré el president de tots els barcelonistes«, proclamó Sandro Rosell la misma noche en la que las urnas lo erigían como el presidente culé con más votos de la historia. Joan Laporta, presidente saliente, se fundía en un abrazo con el que fue miembro de su directiva, en un gesto que parecía dejar atrás todo aquello que los dividió, un borrón y cuenta nueva. El barcelonismo era feliz, vivía instalado en la victoria, cabalgaba junto al mejor equipo de su historia, espoleado por Pep Guardiola y Lionel Messi.

Sandro Rosell completaba así un camino que había iniciado en 2005, cuando abandonó la junta de Laporta tras meses de desencuentros y tres cenas que quedaron en nada. La relación era insalvable. Los tiempos del Sandrusku y el ‘Que n’aprenguin!‘ quedaban ya lejanos, difusos en el horizonte. El binomio se truncó y el máximo artífice de la llegada de Ronaldinho emprendió su marcha con la promesa de regresar algún día, esta vez para ocupar el sillón de Joan. Dejando a un costado el inoportuno timing y contenido del tan irónico ahora ‘Bienvenidos al mundo real‘, la campaña de Rosell para acceder a la presidencia fue milimétricamente calculada, extraordinariamente precisa.

Sería mentira asegurar que Sandro complacía a todos una vez alcanzó la presidencia. Nadie ha conseguido tal unanimidad nunca en un ecosistema tan extraño e incomprensible, autodestructivo en ocasiones, como lo es el culé. Aun así, gran parte de la masa social esperaba con ansias ver de qué era capaz Sandro, liberado ya de Laporta. Heredaba el mejor conjunto posible y con 35.000 votos que le encomendaban una única misión: manténgalo, por favor. Utilice toda su destreza en los negocios, haga uso de ese MBA en ESADE y consiga que este equipo sea inacabable.

Quizá no fuimos conscientes entonces del tiempo, ese al que le dan igual los másters de 60.000€ o las esperanzas de millones de culés, pero lo cierto es que el experimento pareció funcionar durante un tiempo. El Barça 2010/11 rozó la perfección en todos los ámbitos, fue todo aquello que soñamos y más cuando de pequeños nos aficionamos a este deporte. Sólo la Copa se escapó, pena que duró hasta que Abidal levantó la Champions en Wembley, un Wembley que con la perspectiva de los años ha ido cogiendo un regusto agridulce, un cierto aire a París. Ese año mágico, inolvidable, se cerró en Japón, condensando en noventa minutos de fútbol tres años y medio para agradecer eternamente.

II. GRÀCIES, PEP

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«Gràcies Pep, per la felicitat que ens has donat«, leía Sandro Rosell con semblante serio el día 27 de abril de 2012. Tres días antes, el Barça había caído en semifinales de la Champions de manera durísima ante el Chelsea. Un penalti marrado por Leo y el gol en las postrimerías del partido de Torres dejaba al Barça fuera de la anhelada final de Múnich. 72 horas después, Andoni Zubizarreta, Sandro Rosell y Pep Guardiola hacían público aquello que todos sospechaban, pero nadie se atrevía a decir: el entrenador abandonaba el equipo de su vida.

«M’he buidat i necessito omplir-me», argumentaba el ya ex-técnico como el motivo principal de su marcha. Si el Barcelona ya es de por sí un club exigente, mental y físicamente, la llegada de José Mourinho al banquillo del Madrid aumentó los niveles de tensión hasta límites difícilmente soportables hasta para los aficionados. Rosell, por otro lado, tampoco puso de su parte: al llegar al club, criticó duramente las operaciones de Chygrynskiy e Ibrahimovic, ambas peticiones expresas del técnico; luego, ninguneó a Cruyff y la emprendió con la junta de Laporta, personajes muy ligados al de Santpedor; no le satisfizo el fichaje de Fàbregas el verano de 2010, cuando era el único deseo de Guardiola; desapareció en momentos clave, como el retraso en el famoso partido de Pamplona o con los continuos ataques de Mourinho y los medios de Madrid, abandonando al entrenador y cargándolo con la losa de ser además portavoz del club. Sandro tampoco comulgó nunca con la decisión de Pep de renovar año a año.

Pero quizá el golpe más bajo llegó el mismo día en el que le daba las gracias por tantas y tantas cosas. Puede que nunca se sepa qué pasó realmente antes y después de esa rueda de prensa, pero la cara de Guardiola fue un poema cuando el nombre de Tito Vilanova fue revelado como su sucesor. Con ya nada en juego, había tiempo de sobras para anunciar al relevo de Pep. Sandro no tuvo la deferencia de dejar que ese día fuese única y expresamente para el mejor técnico que jamás se ha sentado en el banquillo del Camp Nou. Al contrario, dejó caer una noticia por nadie esperada y convirtió en más amarga una salida que muchos desearon nunca haber presenciado.

Los primeros meses de Tito hicieron olvidar a la mayor parte de los aficionados el nombre de Guardiola. Con récord de puntos en diciembre y con algunos partidos espectaculares, sólo el borrón en la Supercopa de España empañaba una primera vuelta sensacional. El Barça volaba, Vilanova había logrado encajar a Cesc en un fabuloso triángulo con Iniesta y Alba en la banda izquierda y el futuro prometía tiempos felices, tiempos que muchos creyeron ver alejarse por muchos años con las maletas de Pep rumbo a Nueva York.

III. UNA CLÀUSULA DE CONFIDENCIALITAT

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«Neymar va costar 57,1 milions, i punt«, aclaró Rosell el pasado lunes, a colación de una información del diario El Mundo firmada por Eduardo Inda en la cual, según documentos que manejaba la Audiencia Nacional, se aseguraba que el brasileño había costado más de 90 millones. El ex-jugador del Santos aterrizaba en Barcelona como uno de los jugadores con más futuro y presente del panorama futbolístico y con la intención del presidente de recuperar la magia que trajo consigo Ronaldinho. Neymar iba a ser el fichaje por el que se recordaría la presidencia de Rosell y así será, aunque no por los motivos que él esperaba.

Por aquel entonces, el Barcelona aún se relamía las heridas de una temporada rara. No fue mala, tampoco completamente buena. El equipo arrasó en Liga, igualando el récord de puntos histórico marcado por el Madrid de Mourinho en 2012. Sin embargo, de los seis últimos partidos de Champions League, sólo pudo ganar uno. A media temporada, cuando mejor estaba el conjunto culé, Tito tuvo una recaída de su maldita enfermedad y se fue a Nueva York a tratarse, dejando a Roura, su segundo, como jefe de la nave. El apaño funcionó decentemente en Liga, a pesar de la clara decaída en juego -no así en resultados-, pero se mostró ineficaz en la máxima competición europea. El Barça fue aniquilado en las semifinales por el Bayern de Múnich, a la postre el vencedor de la competición y futuro equipo de Guardiola.

«Sólo pedí que me dejaran en paz«, atacó Guardiola, ya ataviado con las prendas de entrenamiento del Bayern, en plena pretemporada de su equipo en Italia. Apenas una semana después, con una respuesta por parte de Tito en rueda de prensa y una precocinada en 8tv de Sandro, Zubizarreta y el presidente anunciaban que Vilanova había vuelto a recaer y que ello le impedía hacerse cargo del equipo. En pleno shock, llegaba a Barcelona un técnico que prácticamente nadie conocía: el Tata Martino. El escepticismo se hizo hueco en una afición aún aturdida por las malas nuevas.

El equipo, como con Tito, comenzó de manera fenomenal, líder y dejando en el camino varios récords. Todo ello, sin embargo, no sirvió para quitar del punto de mira del aficionado a Rosell, considerado por muchos el artífice del declive del mejor Barcelona de la historia, el que heredó en la cumbre. Así se llegó a diciembre, en un clima enrarecido, con el equipo clasificado para octavos en Champions y líder en Liga, pero con la afición dividida. Fue entonces cuando Jordi Cases, un socio anónimo, interpuso una querella criminal en la Audiencia Nacional contra Sandro Rosell por el fichaje de Neymar. Cases, que siempre recalcó que intentó contactar con el club primero, dio por iniciado un proceso que fue considerado estéril en ese momento, en el que sólo pedía una cosa: saber cuánto ha costado Neymar.

Nadie podía imaginar hace sólo un mes que esa pregunta tan simple, tan sencilla de responder a priori, iba a convertirse en el ataúd del presidente. El juez Ruz admitió esta semana a trámite la querella y el desarrollo de los eventos se aceleró. El lunes, Sandro pedía que el juez le llamara para poder romper la famosa confidencialidad. El miércoles, una desconcertante petición de inhibición para que el juicio se llevara a cabo en Barcelona. El jueves, tras una reunión en casa del máximo mandatario, se habló de su dimisión que se concretaría esa misma noche. Así llegaba a su fin el regreso de Rosell al Barça, una vuelta en la que no cumplió con aquello que dijo una cálida noche de junio, en el éxtasis de la mejor noche de su vida. Ens has fallat.