Desenfunda el móvil, recorre el autobús y Gerard Piqué abre ‘Periscope‘. Dice que lo hace porque los periodistas, algunos periodistas «cogen lo que más vende y luego hay malentendidos«, y con esta nueva herramienta puede hablar libremente con sus seguidores, sin intermediarios.
En su conexión por streaming desde el bus bromea con Ter Stegen, Adriano, Aleix Vidal y con Munir. Muestra la cena que tomará: un trozo de pizza, unos bocadillos de nocilla y una Coca-Cola que «ha tenido que luchar con los doctores«.
Responde Piqué atropelladamente en castellano, inglés y catalán a algunas de las cuestiones que le plantean los miles de aficionados –imposible cuantificar aunque en la parte inferior derecha de la pantalla advierte que el canal está saturado– le preguntan y deja algún titular, como cuando asegura que sobre el terreno de juego le habían propuesto a Mascherano –que no ha marcado aún ni un solo gol con el Barça– que tirara la pena máxima. Mira hacia el exterior y calcula que aún tiene tiempo de seguir hablando hasta que el autocar se llene porque Mathieu está atendiendo a la prensa. Anoche solo el francés se pasó por la sala de prensa, Mathieu y Luis Enrique.
Piqué habló por Periscope, Messi puso una foto y una frase en Facebook, Iniesta, Sergi Roberto y otros tuitearon algunas palabras o tal vez alguna imagen, seguramente Neymar al llegar a casa o esta mañana antes del entrenamiento se habrá conectado a Snapchat para dejarse ver durante unos segundos o Alves habrá dejado alguna gracieta en Instagram.
Son nuevos tiempos para el periodismo; en realidad son malos tiempos para el periodista, porque ya no necesitas a un profesional para elaborar una informaciones que ya están dispersas por la red y el único trabajo se basa en ordenarlas y en empaquetarlas. El mío era un oficio en el que había que verificar fuentes, comprobar datos, ofrecer textos fiables y contrastar las informaciones. Ahora es otra cosa, una pena máxima.