Dicen que lo vieron celebrar, botella de champán en mano, la dimisión de Sandro Rosell. Dicen, como si de un enigmarius se tratara, que se encontraba en el Sandor y que profirió frases “poco elegantes” y en voz alta contra Rosell.
Tiene tantas cuentas pendientes Joan Laporta, es tan poliédrico, que nada es descartable. Jan ya tiene construido un personaje, un cliché tan distorsionado que algunos lo recordarán habano en ristre sobre la cubierta de una embarcación y otros liderando aquel Barça de ensueño que despertó del largo letargo.
En su cuenta de Twiiter, hoy Laporta no ha desvelado si va a participar en los próximos comicios electorales, previstos para 2016, pero sí ha dejado claro que Josep Maria Bartomeu no está legitimado para continuar con el proyecto de Sandro Rosell, simplemente porque los socios no le votaron, y que habría que convocar elecciones este próximo verano.
Divergencias o concordancias con la opinión de Laporta, resulta indiscutible que debe ser el socio quien decida sobre la legitimidad del nuevo presidente. Bartomeu está al frente del club porque así lo determinan los estatutos de la entidad, pero ni un solo socio le dio su voto en las elecciones de 2010 y los que votaron a Rosell no tienen por qué estar de acuerdo -o tal vez sí- con que ahora sea Bartomeu quien mande.
A pesar del nuevo giro que la directiva, las reglas democráticas determinan que el club se encuentra en una situación transitoria. Acabar la temporada de la mejor manera posible -recordemos que desde 2003 el equipo y la institución siguen líneas separadas y que nunca se tocan- y que las urnas legitimen al presidente parece la solución más inteligente y, sobre todo, la más democrática.
Hoy ha sido Laporta, y muchos criticarán que él, que estuvo a punto de perder su presidencia a causa de una moción de censura que destapó la caja de los truenos y se mantuvo en el cargo por los pelos, haya dado el paso. El martes será seguramente Agustí Benedito, quien con toda la legitimidad de las urnas, verbalice la misma cuestión y entonces ya no habrá argumentos para seguir manteniendo esta postura inmovilista.