20 de octubre de 1976. El mismo día que en Bari nacía Nicola Legrottalie y justo tres años antes de que el FC Barcelona inaugurase la residencia de La Masia, en Argentina asomó por primera vez en el fútbol profesional Diego Armando Maradona. Se enfrentaba Argentinos Juniors con Talleres y el Matador vencía al descanso por 0-1 cuando Juan Carlos Montes, entrenador de los Bichos señaló al número 10 para decirle que le sustituiría el chaval que llevaba el 16 a la espalda.
Con el paso del tiempo el ’10’ pasó a ser propiedad de aquel crío que se convirtió en el mejor futbolista del mundo, y para muchos de la historia hasta la eclosión de Messi. El sustituido pasó a la leyenda por aquel episodio. Nada más.
Se llamaba, se llama, Rubén Aníbal Giacobetti y estando llamado en sus inicios a ser un futbolista de referencia en Argentina completó una carrera poco menos que invisible. Tenía 20 años. «Yo había debutado hacía dos meses, en un reclasificatorio para mantenernos en primera. En el Nacional, como no había problemas con el descenso, era la oportunidad para los más jóvenes. Yo venía jugando como 5, pero como Talleres estaba muy fuerte, me pusieron más arriba para reforzar el medio, como un 10 con más marca. Ellos tenían a Cabrera, Valencia y Ludueña, al que tenía que marcar yo. La verdad es que jugué bastante mal. Encima el gol de ellos lo metió Ludueña» recordó en una entrevista a La Nación coincidiendo con el 30 aniversario de la fecha.
«Después de ese partido, a mí me tocó alternar, pero Diego ya era titular. Los más grandes lo querían tener jugando desde el principio al lado de ellos y no hace falta explicar por qué»… La progresión que se le adivinaba quedó en nada a la sombra de Maradona. Y dos años después, en 1978 y tras jugar 28 partidos con Argentinos Juniors abandonó el club.
Fichó por el Pico FC, en La Pampa, y en 1980 emigró a Estados Unidos, enrolándose en el Rochester Lancers de la NASL. Se enfrentó a Johan Cruyff, que maravillaba en el Washington Diplomats, y al Cosmos, a la postre campeón del torneo y en el que jugaba un tal Julio César Romero.
Tras aquel año en Rochester Giacobetti volvió a hacer las maletas y fue a parar a Cerdeña, a Italia, fichado por un club de la quinta categoría, la Interregionale, llamado US Sennori, con el que jugó tres temporadas. «Y a los 28 años me di cuenta de que si seguía con el fútbol, después con más edad me iba a costar mucho arrancar con una nueva profesión. Yo ya había hecho el curso de martillero en la Argentina, así que decidí poner la inmobiliaria».
«¿Usted es el que salió para que entrara Maradona?» Le siguen preguntando al cabo de 38 años. Abandonó el fútbol y se puso al frente de Giacobetti Propiedades, su propia empresa en Buenos Aires. De Maradona apenas si volvió a saber en primera persona. «La última vez fue en España 82. Yo estaba jugando en Italia y viajé para ver los partidos de la selección, incluso estuve en la concentración. Después ya no volví a verlo, nuestras vidas fueron por distintos caminos» recordó en aquella entrevista a La Nación.