Dice Jordi Cruyff que hubo «un abrazo final» entre el Barça y su padre en el último momento, una despedida con firma entre la fundación blaugrana y la del holandés. Esa fue la última firma plasmada en vida por Johan Cruyff, un gesto que tendría que servir de punto de partida para sentar las bases de futuro en las relaciones del entorno de la entidad.
Nunca una figura había generado tanta unanimidad en un club que vivió un antes y un después a partir de 1988. La carta firmada por los últimos ocho presidentes es un precedente histórico, como también que ellos, con sus diferencias irreconciliables, compartan dos horas de espacio en un palco en su memoria.
La gestión del momento por parte de Josep Maria Bartomeu ha sido excelente, en el fondo y en las formas. Su abrazo con Joan Laporta el primer día en el espacio memorial marcó el tono, pese a que resulta inexplicable que aún no se haya cerrado el episodio de la acción de responsabilidad y que mantiene en vilo la economía de unos cuantos exdirectivos barcelonistas.
La foto de mañana será histórica, pero no dibuja la realidad. En el barcelonismo no habría que esperar a vivir situaciones emocionales al límite para empezar a pensar globalmente más que en los egos de cada uno de los exdirigentes.
Se ha empezado el camino, pero quedan muchos más pasos por dar. Por ejemplo, de verdad nadie ha pensado en restituir a título póstumo aquella insignia en reconocimiento a Cruyff? Unos pensaron que se la daban a un presidente de honor y otros que era un cargo inventado para un amigo.
La composición fotográfica es de Mundo Deportivo.