No había acabado el festejo por el tercer gol de Luis Suárez tras el singular lanzamiento de «el penalti de Messi» y ya se hablaba de falta de respeto. Pocos minutos después, más de un periodista preguntaba a Eduardo Berizzo sobre el famoso penalti de Messi y el técnico argentino dijo que “cada uno marca los goles como quiere, como puede o como le dejan”. Aunque hubo quien volvió a agitar el capote esperando su embestida, Berizzo reaccionó elegante como el Toto, no como el toro que muchos pretendían encontrar en la sala de prensa del Camp Nou.
Y ante la calma del entrenador, de Cabral o de Planas, ¿qué mejor que montar una película? Total, escuchando las preguntas de más de uno pareciera que Vigo estaba poco menos que manifestándose por la calle, soliviantada por la osadía de los delanteros del Barça mientras desenterraba antiguas armas celtas ante semejante escarnio.
El penalti de Messi, un burreo
Las radios hablaban sin tapujos de burreo, de vacile y de otros mil sustantivos salidos de un lenguaje a medio camino entre las calles y las prisiones. Ante una acción original –o, al menos, poco vista–, nada mejor que poner en marcha un ventilador que no por demasiado usado deja de esparcir mierda con una eficacia pasmosa.
La cosa es que la gente recordará con el tiempo el penalti de Messi, más incluso que la soberbia segunda parte del Barça ante un gran Celta. Se hablará del penalti de Messi como se recuerda el de Cruyff o como nos acordamos de los tiros sobre la bocina de Michael Jordan o de los duelos de Coe, Cram y Ovett, gestas que se mantienen vivas, por diferentes, en el imaginario colectivo de los amantes del deporte.
Para los del vacile, el burreo y el lenguaje carcelario, el penalti de Messi o las filigranas de Neymar son faltas de respeto. Uno, que tiene la rara costumbre de catalogar así el pisotón de Stoichkov a Urízar, los de Juanito y Sanchís a Matthaus o la saña de Pepe ante Casquero, no acaba de entenderlo. Seguramente por tener un concepto diferente del término.
Aun así, resulta paradójico comprobar el modo en que uno de los circos menos respetuosos del mundo se llena la boca de la palabra respeto. Y es que el respeto, casi siempre, comienza por uno mismo y por la profesión que desempeña. ¿Respeta el penalti de Messi a su profesión? ¿Respetan a quienes les escuchan, ven y leen los voceros que se escandalizan por esa acción frente a un micro, una cámara o un teclado? ¿Qué recordaremos dentro de 20 años? ¿El penalti de Messi o la falta de respeto?