Ni cinco años después, en el mismo sitio donde empezó, ha acabado la leyenda. Con la nostalgia de aquellos días de vino y rosas que aún reposan en la memoria y la rabia de que la situación actual es culpa propia, de esa manera que tiene el barcelonismo de enredarse en si mismo.
Estaba el Barça en Mestalla buscando un resultado que le aliviara y siguió sin encontrarse. Buscaba encontrar luz al final del túnel y descubrió que se encuentra a medio camino de todo. Huérfano de resultados, el Barça de Sandro, Zubi, el ‘Tata‘ y de Bartomeu se ha quedado sin un solo argumento.
En una semana el Atlético le bajó a la tierra en Europa, en Granada acabó con sus opciones en la Liga y anoche, en Valencia, el Real Madrid lo desmontó con un plan muy simple y una jugada de Bale.
No sirven los lamentos. El mejor Barça de la historia ya es un recuerdo, un maravilloso equipo que encontraremos en nuestras memorias y en los libros de historia del fútbol. El error fue pensar que se podía gestionar por inercia, que cualquiera podría entrenarlo y que funcionaba con el piloto automático.
El camino que ha llevado al club hasta aquí es un cúmulo de despropósitos, una manera de cerrar los ojos a lo que ocurría y de no saberse adelantar al nuevo escenario, por ejemplo con el adiós de Guardiola que, para muchos culés, «dejó tirado al club» porque no quiso emprender la segunda revolución necesaria.
Nada que ver. Una cuestión epidérmica entre Pep y Sandro; en realidad entre Rosell y los que estuvieron cerca de Laporta; de esas dos maneras de entender el barcelonismo antagónicas y que, para resumir, hemos visto en los diez últimos años.
Gestionar el adiós de Guardiola y la enfermedad de Tito ha resultado imposible, como también lo ha sido gobernar el club desde la venganza. Después se han acumulando problemas en el armario hasta que en los últimos meses el reguero ha sido interminable: Hacienda, Messi, Faus, Neymar, Ruz, Rosell, imputación, dimisión, Bartomeu, FIFA… Una retahíla sin fin.
Volvamos a la despedida de Valencia. Uno de los invitados fue Martino, a quien le confundieron los buenos resultados iniciales y ha repetido errores de principiante. En Barcelona y para siempre, el ‘Tata’ será otro Robson.
Alves escenifica el momento actual del equipo, como el de Mascherano, aquel mediocentro reconvertido en central y que nadie recuerda de mediocentro. De Cesc, mejor no hablar porque todo lo ha dicho Roger Xuriach aquí mismo, Xavi apura con dignidad sus últimos pases y a Busquets se le acumula el trabajo ante tanto descontrol.
Piqué ha alternado buenos partidos con muchas ausencias. Alba apuntaba muy alto. A Puyol y a Valdés ya no los esperamos. Iniesta ha brillado algunas veces, muy pocas. Alexis ha culminado su mejor temporada justo en la peor del equipo, y Pedro se ha dejado ver muy de vez en cuando. Dejo para el final a Neymar, el tipo que tenía que cambiarlo todo y que tiene más incidencia en los juzgados y en el equipo directivo que en el juego.
¿Y Messi? Vive sus peores días. El equipo tenía que arropar al mejor futbolista de la historia, pero el Barça ha ido cayendo en barrena. ¿Recuerdan cuando en Argentina no se entendía que el mejor Messi no triunfara con la albiceleste? Cuestión de los jugadores que lo acompañan en el equipo, convinimos entonces. Pues ahora estamos en el mismo punto.
Es un escenario muy complejo para una directiva debilitada. Es el turno de Bartomeu, de que sepamos cuáles son sus planes, si piensa seguir adelante en una situación de debilidad o esperar a que aparezcan los pañuelos en las gradas del Camp Nou para tomar en consideración la opción electoral. La única que le queda.