Confieso que ayer no vi el partido del Barça. Tampoco he hecho un repaso de prensa. Me apresto a elaborar una idea analítica (resultadista, claro está), de lo que pudo ser y no fue en el clásico, pese a que ayer un evento familiar me impidió verlo.
Que sea resultadista no implica necesariamente adentrarse en la senda del derrotismo implacable, aunque este tipo de partidos ya se sabe que invita a ello por su trascendencia mediática. Al fin y al cabo, estamos hablando del duelo antagonista por excelencia en una Liga de mier… coles por la tarde de los sábados.
Ayer se trataba de desmentir los números. Claramente había una contabilidad ‘B’. O bien la defensa del Barça no era tan buena como para haber mantenido su portería a 0 en diferido, o bien el saldo goleador del Real Madrid arrojaba números difícilmente creíbles y estaban tirando de tarjetas opacas merced a la complicidad de los maquilladores. A falta de pruebas periciales concluyentes sobre lo segundo, quedó expuesto lo primero.
Por lo que pude saber, justo antes de comenzar el partido, ya Luis Enrique marró una manifiesta ocasión de dejar a Piqué bien asentado cubriendo sus espaldas en el banquillo de los acusados. También supe de la titularidad de Luis Suárez, lo que ineludiblemente estaba llamado a ser uno de los focos de atención. La otra maniobra de distracción se fundamentaba en saber si Messi haría parar el partido o no para desgracia de alquimistas lecheros. Por si eso fuera poco, se presentaba a bombo y platillo el estreno de una tripleta atacante (recuerden el tridente), para desviar convenientemente la atención.
Ello da una idea del permanente ejercicio de funambulista al que está sometido el Barça y su entrenador para mantener la concentración. Ya resulta muy difícil encontrar el equilibrio en un equipo que se debate entre el marcado potencial atacante y la profunda debilidad de su defensa, en la que, por cierto, aún seguimos sin noticias de Vermaelen. Como medida paliativa y ante equipos de menor enjundia, es probable que la balanza de pagos sea favorable. El ilusionismo consiste en que al bajar la producción, se fallan menos ocasiones y por tanto aumenta la eficacia. Si, además, el capítulo de gastos es de 0, la ilusión creada es aún mayor. Y en eso basó el Barça su línea argumental para defender la auditoría externa de ayer en la que a pesar de seguir liderando la Liga, quedó expuesto ese equilibrio.
Navega el Barça durante ya demasiado tiempo, entre dos aguas y siempre turbulentas. La mesa del camarote cojea. El comportamiento exhibido frente las dos tormentas más recientes, ha dejado la duda de si los calzos son los apropiados. El equipo sestea defensivamente de forma inequívoca y el timón valiente de Luis Enrique, se convirtió en temerario al usar a Piqué como vela mayor.
Por ello, y para evitar futuras zozobras es necesario identificar correctamente los kpi’s *.
No nos equivoquemos (embauquemos): Lo que nos ha sostenido durante esos maravillosos años en la cúspide, lo que ha marcado el techo del Real Madrid, ha sido sin duda el sello. La idea futbolística continuada y plasmada en un maravilloso espectáculo por jugadores formados en su mayoría en la cantera. Resulta cuando menos espeluznante la prontitud con la que se ha involucionado el modelo, y para colmo, fijándose como canon el modelo precísamente antagónico y más criticado que además es el que más envidia nos tenía. Debe quedar claro que, a maquillajes varios, cortes de pelo y críticas en general, siempre saldremos perdiendo en la comparativa. El Madrid siempre encontrará ese apoyo (incluso penalti) iniciático que le propulse. De igual forma, la sospecha recaerá siempre sobre el jugador azulgrana al saltar al campo.
Por tanto, el Barça ha de concentrar sus esfuerzos en resolver y aplicar aquello que puede controlar. Aquello que por poco que parezca es mucho y que forma parte de su patrimonio y del patrimonio de la humanidad futbolística: la Masia.
Es imperioso (con perdón) recuperar el sello identitario que fue la envidia de todos, introduciendo pequeños retoques en la fórmula para garantizar que sea sostenible. Uno de esos kpi’s, y quizá el principal, es la sucesión de Xavi. Así como él heredó el legado de Guardiola jugador y supo darle una nueva versión adaptada a sus virtudes, es imprescindible encontrar el modelo de partida para Busquets y construir el relevo generacional a partir de él. No sirve situar a Messi más atrás como asistente por dos motivos:
1.- Eso atraerá un avispero de contrarios en una zona crítica del campo, donde perder un balón dejará expuestas las vergüenzas de una defensa lenta o cuya concentración no sea la esperada para eventos de máximo nivel.
2.- Messi unos metros más arriba y entre líneas provoca la inquietud en la defensa contraria y garantiza un cupo de goles, por más que ahora no esté tan fino como le hemos visto y soñado. Por tanto, ya supone una primera barrera defensiva el que el equipo contrario no juegue tan compacto.
Sin embargo, hemos fichado y vendido en sentido contrario, hipotecando deportiva e institucionalmente al club a dos años vista. Es decir, hemos gastado una enormidad en cubrir plazas de atacantes, muy buenos sin duda, a costa de retrasar la posición de Messi. Y, por contra, hemos desperdiciado pólvora en cartuchos de fogueo para asentar la defensa en lugar de serrar las otras tres patas.
No cabe duda de que la aportación de Luis Suárez puede revertir la situación en cuanto la producción de ocasiones se refiere, pero eso no evitará todos los contragolpes. Minipunto también por el peso específico que va adquiriendo Neymar. El aspecto más negativo se centra en la inmadurez de este proyecto, hecho insólito dada la veteranía de sus componentes. Inmadurez a la que probablemente se ha llegado por malversación de canteranos. Incomprensible que Mascherano aún tenga que ejercer de central.
Aparte de eso, la debilidad institucional fomenta el acoso mediático sobre las principales figuras, tanto en lo meramente deportivo como en lo social. Parece preocupar más la implicación del Barça como instrumento en un momento trascendental para Catalunya que como club que atraviesa un momento delicado.
Y todo eso, me atrevo a decir, por un partido.
* kpi: key performance indicator (indicador clave del rendimiento)