Xavi: el eje del bien

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Si los libros de historia no acaban sucumbiendo al terrible tsunami que ésta representa, las futuras generaciones crecerán con una imagen grabada a fuego en su cabeza: la fotografía de Bush, Blair y Aznar declarando la guerra al eje del mal, esas potencias terroristas aliadas para acabar con la tan manida sociedad occidental. Eso si el exagerado ritmo de reformas educativas que se llevan a cabo en este país no se lleva esa instantánea por delante o adapta la realidad hasta que, en vez de declarar la guerra, en ese cónclave digno de Mensa lo único que se acordara fuera la liberación altruista de los oprimidos de Oriente Medio.

Dejando la política a un lado, es popularmente conocido que hay experiencias traumáticas con las que se vuelve a nacer. Debe ser por eso que la fecha de nacimiento de Xavi Hernández pasó de situarse en el 1980 para moverse 28 años hacia adelante. Pocas cosas más traumáticas para un futbolista que el Barça 2007/2008 de Rijkaard, un esperpento competitivo. No era, ciertamente, por falta de ingredientes: no había buffet en el panorama futbolístico tan rico y variado como el culé. Quizá la clave se encuentre en que los cocineros descubrieron que eran igual de eficaces con un buen plato de patatas fritas y un entrecot que con el más elaborado de los manjares, contando con la aquiescencia de un chef que acabó creyendo que su posición era incompatible con enfrentarse a ellos.

Xavi representaba el paradigma de cocineros michelin venidos a menos. Fin de semana a fin de semana, Xavi proporcionaba siempre una ración de lo mismo. Extremadamente cauteloso en el servicio, sus envíos llegaban todas y cada una de las veces a donde los esperaban. Era el mejor desempeñando esa función y eso se convirtió en un desagüe que se llevó consigo su innovación. Además, como buena parte de sus compañeros, se esfumaba en cuanto las faenas se tornaban más sucias. Él (ellos) estaban por encima de eso. El chef los protegía, puede que refugiado en un martilleante pensamiento: si los obligo a fregar, sus platos perderán gusto. ¿El resumen de la temporada? Hasta algo tan magnífico como un entrecot con patatas fritas se aborrece.

Sin embargo, cuando el Barça caminaba feliz hacia el precipicio preso del síndrome de Estocolmo, alguien sacó de allí al que llevaba el 6 en la espalda. Lo que era un trabajo eventual como cocinero en un restaurante de mala muerte, se transformó en un oasis de creatividad para el de Terrassa. Un entrenador de vuelta de todo, cuestionado por todo y por todos, se decidió a darle el mando, ligó su futuro al suyo. Nadie hubiese hecho algo así en 2008, quizá ni el mismo Xavi si hubiese tenido la ocasión habría tomado una decisión de ese calibre. Sea como fuese, ese funcionario del pase que era en azulgrana se convertía en un jugador total cuando cambiaba el 6 por el 8. Desde la noche y el día no se había visto un cambio semejante.

Así, mientras en Can Barça los fuegos se multiplicaban como los panes y los peces, España se proclamaba campeona de Europa con Xavi de MVP. Hubiera costado años encontrar a alguien que hubiese previsto un desenlace así en agosto de 2007. La realidad, como siempre, supera a la mayor de las ficciones. Guardiola se encargó de mantener a Xavi a gusto en la sala de máquinas, sin que nadie lograra explicarse cómo consiguió que alguien tan aficionado al esmoquin luciera tanto con el mono. El 6 comenzó a jugar tan bien como el 8, convirtiéndose en el eje de los dos mejores equipos que ha dado el siglo XXI hasta ahora, dos conjuntos que no pueden entenderse sin su presencia, un hito tan asombroso como escaso de precedentes.

Ahora Xavi se enfrenta al mayor reto de su carrera: aportar sin ser indispensable, entregar el timón. Tanto el equipo culé como la Roja necesitan evolucionar, no tanto por una cuestión de modelo como por la imposibilidad de seguir llevándolo a cabo. Xavi puede continuar con un 95% de acierto en el pase; podría hacerlo con cincuenta años si se lo propusiese. Ese es su talento, tan extraordinario y único como asumido con normalidad por los aficionados. No obstante, ya no puede aplicar esa velocidad al juego del período 2008-2012. Tal es su relevancia, imposible de describir con adjetivos, que el ocaso de sus piernas obliga a sus equipos a comenzar de cero, a renunciar a emular sus mejores momentos en la historia, que se van junto al noi de Terrassa. Serán suyos para siempre.