Volver al Spotify Camp Nou no será solo regresar a un estadio, será regresar a un idioma. A esa liturgia compartida que se quedó congelada entre grúas, renders y promesas incumplidas de fechas que se han ido borrando como si fueran pizarras escolares. Sí, Montjuïc ha servido de refugio provisional, un apaño con vistas al mar que se vende como épico, pero todos sabemos que el Barça necesita su casa, sus gradas infinitas y ese murmullo inconfundible que ni el mejor marketing puede copiar.
El Spotify Camp Nou es más que hormigón: es un termómetro emocional. Allí un control de Busquets, un eslalon de Messi o una arrancada de Lamine Yamal (sí, Lamine debutó en el Templo) no suenan igual; el estadio los multiplica. Y mientras la oposición hace campaña con las obras y los opinadores de cabecera convierten cada retraso en un escándalo de Estado, el barcelonismo aguanta. Porque sabe que la vuelta no es cuestión de semanas, sino de paciencia, de asumir que la chapuza vino antes, con siete años de parálisis, y que ahora la única salida es acabar lo empezado.
Y claro, habrá ironía hasta en la reapertura. Seguro que el día que se corte la cinta no faltará quien recuerde que ‘debía estar listo hace X años’, como si las gradas se levantaran apretando un botón. Pero también habrá emoción, de esa que solo se explica estando allí, subiendo por la rampa y viendo de nuevo el verde extendido como un océano. Esa es la verdad incómoda que ni las tertulias, ni las guerras políticas, ni los opinadores profesionales de la catástrofe podrán tapar: el Barça necesita al Spotify Camp Nou tanto como el Spotify Camp Nou necesita al Barça.
Optimismo y mordacidad, al final, se encuentran en el mismo punto: sabemos que el regreso será tarde, caro y discutido. Pero también sabemos que, cuando el balón ruede otra vez entre la Travessera de Les Corts y la Avinguda DIagonal, todos esos lamentos mediáticos sonarán tan ridículos como los vídeos de archivo en blanco y negro.
Porque el fútbol, y más en el Camp Nou, siempre se impone al ruido.
Foto: FC Barcelona