A la conclusión del partido de ida de octavos de la Champions League entre el Manchester City y el FC Barcelona, sorprendió mucho a propios y extraños la rueda de prensa que se marcó Manuel Pellegrini, el técnico chileno del equipo inglés. Para este, el colegiado Erikson influenció de manera decisiva el resultado final de 0-2 con su arbitraje del primer gol azulgrana: reclama falta previa a Navas y que la zancadilla de Demichelis a Messi se produjo fuera del área.
Obvia el ex-técnico de Málaga, Real Madrid y Villarreal que las 17 repeticiones que él habrá podido disfrutar para juzgar la jugada, aparte de no poner de acuerdo al 100% de los opinadores, no estaban a disposición del árbitro para tomar esa decisión en medio segundo. También olvida que el partido lo rompe más la expulsión del central argentino y la inferioridad posterior del City que el gol de Messi en sí. Tampoco le vienen a la memoria ni el penalti de Clichy en la primera parte ni la impunidad de Kompany y Zabaleta para hacer faltas reiteradas y no ver la amonestación que les impediría viajar a Barcelona. Sus ayudantes no le han pasado, por lo que se ve, ni una sola repetición del inexistente fuera de juego con el que se anula un gol de Piqué. Qué mala suerte.
La imagen de caballero del fútbol del chileno ha quedado hoy gravemente tocada. Nunca se le recordó una salida de tono como la de esta noche cuando afirmó que «para este tipo de partidos importantes, no se puede poner a un árbitro sueco. Hace falta alguien con más experiencia.» Sus quejas recordaban a las de otro técnico, portugués este, con el que ha tenido varias veces sus más y sus menos dialécticos. La UEFA se está pensando sancionarle, incluso, como ya hiciera con Mou. Puede que la actitud tensa de Pellegrini ante la prensa indique un posible toque de atención de sus jefes ante la necesidad de que el City, un club reconstruido a base de talonario puro y duro, no deje por tercer año consecutivo la máxima competición europea antes de tiempo.
Se ha echado de menos por parte de Pellegrini algo de autocrítica, una disculpa ante todos por la racanería de su planteamiento de equipo pequeño. Quizás se pensó que seguía entrenando, con todos los respetos, a un Málaga con una plantilla más modesta. De todas formas, si tan convencido está de que la causa de la derrota está en la nacionalidad del trencilla, no tiene más que acudir al Camp Nou dentro de quince días con exactamente el mismo pobre planteamiento, a ver si le toca en suerte otro árbitro más lince. Seguro que el Tata se lo agradece.