Alcanzar un acuerdo con Txema Corbella era algo sencillo. Con 62 años y un compromiso para una prejubilación la tarea no revestía ni una sola complicación, pero no en el FC Barcelona, donde existe esa capacidad innata de crearse problemas incluso cuando no existen.
No hacía falta que Corbella pensara que lo estaban despidiendo del club en una sensación equivocada para que éste levantara el teléfono y explicara la situación a unos cuantos periodistas. Ni que tuviera que ser Andoni Zubizarreta el interlocutor, después de que el encargado de negociar con él no estuviera por la labor.
La tormenta desatada en un vaso de agua ya ha amainado. El club ha negociado con Corbella y éste ha aceptado la prejubilación, era sencillo, era lo mínimo exigible para alguien que llevaba 32 años en el club y que se llevará en su bolsa de equipaje muchos secretos de vestuario.
Nuevamente en Arístides Maillol ha quedado clara esa incapacidad para resolver conflictos sencillos, para solucionarlos y también para comunicarlos. No será la última vez. En las próximas semanas asistiremos a otros dos casos, uno más sensible que otro, y veremos la mano izquierda del club.
Son los casos de Carlos Naval y de Pepe Costa. Naval lleva 26 años en el club, todos ellos en el primer equipo. Es el delegado desde entonces, cargo en el que sustituyó a otro histórico: Rodolfo Peris.
Pepe Costa forma parte del núcleo duro del vestuario. Es el conseguidor para los jugadores, el que integra a los nuevos futbolistas, el que los protege en ocasiones y quien hace más fácil la vida de los ‘cracks’. Naval y Costa pueden ser los siguientes en abandonar el club. Si es así, veremos cómo se gestionan ambos casos.
De todos modos, con la información que hoy publica Miguel Rico al respecto, queda desmontada la teoría conspiratoria que situaba a Luis Enrique como responsable del adiós de Corbella, por aquello de que quería preservar al máximo la privacidad del vestuario.
Luis Enrique es de los que no se esconde, llamó a Corbella para comunicarle que él no tenía ninguna responsabilidad y que si la hubiera tenido se lo hubiera dicho a la cara.
En los despachos de Arístides Maillol, muchos tendrían que olvidarse un poco de los masters de Esade y aprender de la universidad de la vida, donde Luis Enrique les podría dar unas cuantas clases.