Sin complejos

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El guionista de Homeland, aburrido en los meses que van de temporada a temporada, ha decidido brindarnos la Liga más emocionante que se recuerda en años. El Atlético de Madrid está aguantando el envite de manera heroica y alarga, por trigésima jornada consecutiva, la respuesta a la pregunta que se hacen todos los seguidores de la competición: ¿hasta cuándo? Es posible que la Champions League y contar con el calendario más complicado de los tres aspirantes los acabe apeando de la lucha antes de la jornada final, pero a estas alturas ya resulta ridículo hacer predicciones con ellos. No hay final triste para la lechera que, en vez de perderse en ensoñaciones, va paso a paso.

En Barcelona, el panorama es distinto. En una temporada que parecía dirigida inexorablemente a un regreso a un amargo pasado, el Barça se ha levantado y nadie sabe exactamente cómo. Practicando break dance en el pasto, el equipo del Tata ha ido al suelo de manera increíble ante rivales en los que se había tachado la casilla de victoria antes de bajar del autobús y ha dejado boquiabiertos a los aficionados con sus piruetas en los partidos de altos vuelos. Ni en 2013 ni en 2014, el Barcelona aún no sabe qué es perder ante un adversario de enjundia. Precisamente su gran victoria en el Santiago Bernabéu fue el boca a boca perfecto para un equipo que había naufragado en un charco.

La dinámica del actual curso es completamente opuesta a la del anterior. Grande con los pequeños y enano ante los mejores, el año pasado el equipo culé no pudo hincarle el diente a los equipos dominantes del continente. Esa enfermedad ahora parece, sin embargo, haber cogido el puente aéreo. En alguno de los múltiples encuentros recientes entre Barça y Madrid, el repetido contacto no seguro acabó contagiando a los blancos, que se hallan ahora con sólo un punto de doce ante los dos primeros clasificados de la Liga y, por tanto, con el goal average perdido con ambos. Este Barcelona, a su vez, ha hecho suyo ese espíritu tan grabado a fuego en el Madrid de sacar la casta en los momentos adecuados, una competitividad feroz que inoculó Guardiola y de la que Martino ha encontrado la fórmula en las noches de etiqueta.

Han bastado unas semanas para comprobar que este Barcelona en nada se parece al de años trágicos como 2008. El conjunto se empeña en demoler uno tras uno los muchos complejos que padece gran parte de la afición. Vuelve a depender de sí mismo para todo a lomos de unos fantásticos Iniesta y Messi, con los que hay días en lo que todo parece posible. Con los dos genios en la sala de máquinas, resulta hasta grotesco desconfiar de las posibilidades del Barça en todos los frentes que tiene abiertos. No hay cabida para cábalas ni para combinaciones imposibles, tampoco para penaltis en el último segundo que eviten el alirón merengue ni lugar en el que firmar para entregar una Liga con tal de que no la gane el rival. El Barça tiene en sus pies levantar toda la plata en juego y, con estos jugadores, no hay justificación para complejos más propios de otra época.

Foto: fcbarcelona.com