Soluciones para acabar con el hambre en el mundo hay varias. Ninguna, de momento, ha logrado exterminar el problema. Sin embargo, hay una opción que, si se investigara, podría dar de comer a todo el mundo y a parte del universo: convertir el ego en alimento. La escasez mundial pasaría a ser una preocupación del pasado, dando paso a la obesidad más desatada. La comida de Navidad sería la de todos los días y sólo unos pocos elegidos podrían superar los cuarenta años sin ninguna enfermedad cardiovascular.
En Catalunya, concretamente, únicamente dos personas podrían abastecer a toda la población. Se trata de Sandro Rosell y Johan Cruyff. Sus concursos de longitud de micción provocarían riadas por todo el territorio, harían rebosar a pantanos y lagos. Un cruce de declaraciones sería el equivalente a siglos y siglos de rituales paganos al Dios de la lluvia. Aprovechar su egocentrismo comportaría una era de abundancia sin precedentes en este planeta.
No obstante, aún no se disponen de los medios necesarios para ello. Por ese motivo, lo mejor sería que los dos se mantuviesen callados, por el bien a esa institución a la que tanto dicen querer. Se podría discutir quién tiene razón o no y quién tiene motivos para creer que el mundo gira a su alrededor, pero el perdedor siempre es el mismo. Cruyff es parte y – casi – todo en el Barcelona contemporáneo, Rosell es el presidente elegido con más votos en la historia del club. Los dos son personajes esenciales, gusten más o menos, en la dinámica de la entidad.
Habrá que acabar llamando a Sant Jordi para que lidie con ellos.