Hubo un tiempo no tan lejano en el que al aficionado del Barça no le importaban los rivales. La culerada afrontaba los envites con la tranquilidad del que sabe a qué se atiene. El equipo jugaba con la red protectora que tejía él mismo partido tras partido con un estilo de juego bien definido y mejor ejecutado. Un estilo que gustaba más o menos según el lado del Puente aéreo en el que se encontrara cada cual, pero que todo el mundo reconocía y respetaba.
Pero en las últimas temporadas el FC Barcelona ha vuelto a tiempos pasados. A estar pendiente de los penaltis, de los fueras de juego, de los árbitros y, peor aún, de los rivales.
El estilo de juego, sea cual sea, da seguridad. A los jugadores, al entorno y al propio entrenador. Creer en lo que se hace es primordial para llevar a cabo cualquier empresa, también en el fútbol. Y parece que hoy los jugadores no tienen claras muchas cosas.
Se dice que Luis Enrique cambia la manera de jugar dependiendo del rival. Esto de por sí no es malo –como muchos quieren hacer pensar– si se hace con matices. No todos los equipos se pueden permitir el lujo de jugar sin depender del equipo contrario. Pero el Barça debería ser uno de ellos.
Guardiola, con la base de un estilo marcadísimo, ya hacía modificaciones según el rival. Que si ahora Alves de extremo, que si ahora con un delantero menos para reforzar el centro del campo… La diferencia con lo que hace Luis Enrique es que el equipo de Pep tenía la lección aprendida y se permitía jugarse alguna respuesta para ir a por el excelente. En cambio, el equipo actual intenta el excelente sin saberse todavía la lección. Y claro, eso, no siempre funciona.