En tiempos donde lo normal es fichar por impulsos o por vídeos de YouTube, que el Barça se fije en Marcus Rashford empieza a sonar a algo casi revolucionario: coherencia. Porque sí, a estas alturas de julio de 2025, Rashford es probablemente el único delantero top (¿) que puede cambiar de aires, encajar táctica y anímicamente en el Barça de Flick y no costar el PIB de una comarca entera como sí costaba Luis Díaz.
Con Haaland en el City, Mbappé paseando su ego por Valdebebas y Gyökeres enfilando el camino de Londres, el Barça mantiene a Lewandowski mientras busca lo que siempre ha necesitado: alguien que aporte velocidad, gol, colmillo y que no haya elegido quedarse en casa para bailar TikToks con su hermano. Porque lo de Nico Williams ya no es romanticismo tribal: es reincidencia en el canguelo. Otra temporada en el Athletic, otro tren europeo que deja pasar. Uno empieza a pensar que lo de ganar títulos no está entre sus prioridades. Y eso, en Can Barça, chirría. Ondo ibili, Nico.
Pero volvamos a Rashford, que sí tiene lo que hace falta, comenzando por el valor de jugarse la que puede ser su última gran carta. El inglés, a sus 27 años, es un futbolista hecho, con experiencia en grandes escenarios y con un perfil que encaja como un guante en el sistema de Flick: vertical, potente, intuitivo. Imagíneselo combinando con Pedri, arrastrando marcas para dejar a Lamine Yamal uno contra uno, o atacando el segundo palo mientras Lewandowski remata su último vals blaugrana. Porque sí, el polaco sigue siendo el 9 titular, pero ya no está para bailar solo. Rashford no viene a quitarle el sitio, sino a compartir cartel y subir el nivel.
A nivel económico, sabemos que el Barça no nada en la abundancia, pero eso no impide pensar a largo plazo. La cesión con opción de compra al precio que se ha comentado estos días parece un buen trato. Un win-win: si funciona, es barato; si no, el riesgo es cero. De hecho, se han cerrado operaciones más retorcidas por jugadores con la mitad de talento y el doble de representante. Rashford, además, es imagen, es mercado, es Premier empaquetada con lazo. Su fichaje se justifica también en los despachos. Porque por cada gol que marque, se venderán camisetas en media Asia y se subirá un punto en la moral colectiva de este club que está aprendiendo a resurgir con menos pirotecnia y más método.
Y no olvidemos el factor Flick. El alemán ha demostrado en una sola temporada que sabe cómo tocar las teclas correctas. Ha convertido a De Jong en patrón, a Fermín en fijo, a Ferran en un delantero útil y hasta a Kounde en mucho más que un lateral fiable. ¿Qué no podría hacer con un Rashford bien rodeado y sin las turbulencias de Old Trafford? No será sencillo, aunque si el inglés recuerda lo que fue capaz de dar no hace tanto, cosas más raras se han visto.
Rashford es un fichaje con sentido futbolístico, viabilidad económica y ofrece un plus simbólico: el Barça vuelve a aspirar a nombres importantes sin perder la cabeza, seguramente porque no le queda otra. En una Liga donde el Madrid parece vivir en modo ‘Galáctico Remastered’, traer a Marcus es una forma de decir: “aquí seguimos”.
Y si encima sirve para recordar a ciertos talentos locales que hay vida más allá del caserío, mejor que mejor.
Imagen: FC Barcelona