Quini secuestrado. Menuda broma. Menuda locura. Una semana después del 23-F, el Barça sufrió su particular golpe de estado. Brutal y devastador, provocó un derrumbe moral en el vestuario y una pesadilla en todo el club. Destruyó la obra maestra de Helenio Herrera y sumió a todo el barcelonismo en una depresión no recordada.
Tras 25 días de angustia, el delantero azulgrana fue liberado en un taller de Zaragoza. Los secuestradores, tres parados sin antecedentes, sin experiencia delictiva y sin más ambición que cobrar 350 millones de pesetas (2,1 millones de euros) fueron detenidos y la pesadilla ‘social’ se acabó con las imágenes de Quini llorando abrazado a Núñez y multitud de aficionados rodeando el domicilio del jugador mostrando su apoyo.
Mientras, HH maldecía su suerte. Habían transcurrido 25 días y esos 25 días fueron terribles para el equipo azulgrana. Disputó tres partidos y apenas arrancó un mísero empate. Después de ganar siete partidos y solo perder uno de los diez anteriores (el ‘derbi de la nieve’ en Sarrià) el Barcelona liderado por el nibelungo Schuster volaba persiguiendo al Atlético de Madrid. Acababa de aplastar al Hércules (6-0) con un doblete de Quini… Y todo se fundió como una broma macabra.
El Barça insinuó la posibilidad de aplazar el partido siguiente, que curiosamente era en el Calderón frente al líder que le aventajaba en dos puntos. El doctor Cabeza, presidente del Atlético, puso cara de pena junto a las fuerzas vivas del fútbol español… Y dijo que ‘nones’. Y a Núñez, al Barça, le dejaron solo y tirado. Solidaridad por el secuestro, toda. Facilidades, ninguna.
Helenio Herrera animó al presidente a rebelarse y durante tres días, algo que se conoció después, el club se planteó no jugar. Pero el miedo a las represalias pudo más y el Barcelona viajó a Madrid. Y jugó con ‘Keegan’ Ramírez ocupando la plaza de Quini, con el 14 a la espalda porque no se jugó con el ‘9’, muchos aplausitos de rigor, apoyo a la familia, solidaridad con el club y demás puñetas. Atlético 1 Barcelona 0, gol curiosamente de Marcos Alonso, y a casa.
Ese ocho de marzo comenzó el final del Barça de Helenio Herrera. Schuster, que apenas llevaba cuatro meses en Barcelona, había amenazado durante la semana con largarse de vuelta a Alemania; Alexanko se pasó tres días sin dormir, Simonsen pidió seguridad privada y Olmo, que apenas pudo entrenar por los nervios, tuvo que ser sustituido. El Barça, que una semana antes aspiraba a apartar al Atlético del líderato, demostró ser un alma en pena. Y así siguió. Jornada 27, derrota 1-0 en el Calderón; jornada 28, derrota 2-1 en Salamanca y jornada 29 empate 0-0 ante el Zaragoza.
Al término de la 26, el Barça era segundo con 35 puntos, dos por debajo del Atlético y tres por encima del Valencia. Al acabar la jornada 29 el equipo azulgrana estaba a cuatro puntos de los colchoneros, igualado con la Real Sociedad y con un punto más que Real Madrid y Valencia.
Quini fue liberado el 25 de marzo y cuatro días después el Barça, en su último tren liguero, visitó el Bernabéu. Sin el asturiano, claro. Y con Ramos Marco de árbitro. A los 17 minutos Estella a la calle lesionado (sin amonestaciones ni nada) y a los 53, penalti. Juanito se escapa, Artola sale, le saca el balón y Ramos Marco ni lo duda. El Clásico acabó con 3-0 y aplausos por la liberación de Quini.
El Barcelona solo ganó dos de los ocho últimos partidos de Liga y perdió cuatro. De soñar con el título aquel primero de marzo pasó a cerrar el campeonato en quinta posición. Se conformó con ganar la Copa del Rey mientras San Sebastián celebraba el primer título de la Real Sociedad.
Una suerte de justicia divina provocó el Waterloo del Atlético, que tras ganar al Barça no volvió a hacerlo en todo el campeonato (cuatro derrotas y tres empates) y empujó a Zamora en Gijón para que el Madrid pasará de celebrar, de rodillas, el título en Valladolid a perderlo.
Fin de la historia. Quini, t’estimem.