Hubo un tiempo no muy lejano en can Barça en el que la figura de Carles Puyol era indispensable. El gran capitán era el ensamblaje perfecto para cualquier defensa azulgrana de éxito. Hacía una pareja excepcional con el mexicano Márquez durante la etapa de Rijkaard, y después, durante la de Guardiola, fue la pareja ideal de un joven Gerard Piqué, que por entonces sí que era uno de los mejores centrales del mundo.
No se podía pensar el eje de la retaguardia culé sin que Puyol escudara a Márquez primero y a Piqué después. Tanto con uno como con el otro se entendía a la perfección. Con Piqué el entendimiento -tanto dentro como fuera del campo- rayó niveles extraordinarios porque uno no entraba en el terreno del otro, pero ambos se complementaban. Piqué era el elegante, el de las excursiones al centro del campo, el de la salida clarividente de balón desde atrás. Carles era el corrector, el físico, el marcador si era necesario, el que tapaba huecos y despistes. Piqué era el de la palma de la mano arriba en el 5-0, el de la camiseta en el 2-6. Puyol era el que le bajaba los brazos, el que besaba el escudo.
Tan bien funcionó ese binomio formado por un central con salida de balón y otro de podería físico, que cuando Puyol empezó su calvario de lesiones sólo se concebía la defensa del Barça con ese modelo, que en los últimos años han representado Piqué como defensa de toque y otro jugador como central de garra y largo recorrido físico -de eso acabó jugando Mascherano, o incluso Abidal, por ejemplo-.
Con la llegada y asentamiento de Bartra a la primera plantilla, Piqué está empezando a tener un competidor en lo que a su tipología de central se refiere. Marc es, como Gerard, un defensa con alma de atacante, que domina el juego y la salida de balón, pero que se despista en labores defensivas. Ergo, seguía faltando un Puyol. Y ahora que definitivamente Carles no estará la próxima temporada, y con los fichajes de Mathieu y Vermaelen cerrando la zona central de la defensa, la figura de central corrector queda huérfana.
Mathieu, que en octubre cumplirá 31 años, se adaptó la posición de central en Valencia, después de haber sufrido una larga baja por lesión. Aahí se le exigía un juego menos explosivo que en el lateral. El otro recién llegado, Vermaelen, que en noviembre hará los 29 y viene de un año plagado de problemas físicos, destaca por sus aportaciones en ataque, ya sea con goles de cabeza o con la salida de balón, pero tampoco es el central expeditivo y veloz que debe ir al corte y cubrir las espaldas al central de toque.
Sin Puyol, el Barça de Luis Enrique no ha cubierto esa tipología de central. Una de dos, o para el entrenador eso de un Puyol y un Piqué ya está olvidado y no es indispensable, o bien Mathieu o Vermaelen deberán esforzarse más en ese terreno.