Ha tenido que verse como reserva en prácticamente todos los partidos importantes disputados esta temporada y ver cómo Alexis le había superado claramente en esa lucha no escrita por la tercera plaza de la delantera, para que el tinerfeño Pedro Rodríguez haya recuperado en este mes de diciembre el que fue su nivel habitual hasta la final de Champions de 2011. Porque desde aquel partido de una noche de mayo de 2011 en el que el canario marcó el primer gol, Pedro parecía haber olvidado todo lo que le llevó a ser uno de los mejores delanteros de Europa.
Lo más importante no es que Pedro haya vuelto a recuperar la facilidad para marcar -que también lo es-, sino que de nuevo volvemos a ver a un Pedro que encara al rival, que desborda, que centra, que chuta y que marca. Un Pedro que ha salido de ese letargo y apoltronamiento de dos años y medio en el que lo más destacado de sus partidos era lo mucho que había corrido, un tiempo en el que su jugada habitual era recibir el balón en la banda y devolverla atrás, sin el más mínimo interés por encarar a su rival, por centrar o por siquiera intentar marcar.
Pedro representa una de las consecuencias indirectas -e involuntarias- de los estratosféricos números de Messi de esta temporada, en la que el resto de delanteros, acomodados por la voracidad goleadora del argentino, habían adoptado la postura más cómoda: vivir a su sombra sin querer ni tener que arriesgar nada para continuar al amparo del ecosistema del argentino.
Si la ausencia de Messi y el mejor Alexis han servido para recuperar al mejor Pedro, bienvenidas sean ambas cosas, aunque entre el mejor Alexis y el mejor Pedro, no hay ninguna duda de quién será el titular. Por lo tanto, veremos si este resurgir del canario no es flor de un mes y por fin tenemos de nuevo al Pedro pre-final de Wembley, aquel jugador indiscutible e impagable.
Porque a los jugadores profesionales, aunque a otro nivel, el ‘hambre’ en forma de banquillo también funciona. Y cuando hay un Mundial de por medio, aún más.