El pasado verano, tras llegar con el corazón en la boca a mayo y con el algo más que amargo resultado en las semifinales de la Champions League, la dirección deportiva decidió que lo único que se interponía entre el Barça y las cotas más altas del fútbol europeo era una pieza. Más allá del diagnóstico tremendamente superficial, simplista y erróneo que realizaron Zubizarreta y compañía, el fichaje de Neymar fue acogido con amplia satisfacción entre los aficionados, y más cuando se tenía en cuenta su brillante actuación en la Copa Confederaciones. La joven estrella brasileña sería la encargada, junto a Messi, de volver a sembrar el terror en el área rival. También debería ser el responsable de cargar con parte de la cuota goleadora que Leo incrementaba temporada a temporada, una dependencia que convertía al Barcelona en un rival demasiado predecible, agarrado a la imprevisibilidad del crack rosarino.
Nueve meses después, Neymar fue pitado en el Camp Nou en la noche más importante de la temporada.
¿Cómo se ha llegado hasta esta situación? Sería injusto cargarlo todo sobre el diez de Brasil. A Rosell, máximo artífice de su fichaje y el hombre que vio en Neymar al nuevo Ronaldinho, lo consumía tanto la obsesión de dejar un legado que no dudó en llevar a cabo una operación económicamente absurda por un jugador al que restaba únicamente un año de contrato. Operación que, dicho sea de paso, tiene al club imputado en los juzgados de la Audiencia Nacional y que tampoco invita a delegar en la actual junta la labor de remodelar el Camp Nou, esa que mágicamente pasó de 50 millones a 600. Los condicionantes del traspaso condicionan, como no podían ser de otra manera, a la estrella brasileña, que ha tenido que salir al paso de algunas informaciones a través de las redes sociales, sobre todo en lo tocante a su padre.
Ahora bien, tampoco se ajustaría a la realidad decir que el sonido de viento que tuvo que escuchar Neymar contra el City fue todo responsabilidad de la borrachera de ego de Rosell. El ex del Santos empezó la temporada titubeante, pero llegó a diciembre siendo el mejor del equipo en ausencia de un lesionado Leo, marcando incluso al Real Madrid en el Camp Nou. Sin embargo, el año no empezó bien para él: una extraña gastroenteritis lo apartó del primer partido y una inoportuna lesión de tobillo en Getafe lo mantuvo en el dique seco hasta bien entrado febrero. Al volver, ya nada era como antes. Quién sabe si es la presión del precio, la situación de su padre, que se hable día sí y día también de su fichaje o el estado físico del futbolista. Sea por los motivos que sea, el pozo sin fondo de su magia se halla seco y su aportación futbolística, oasis en tiempos de desierto, se ha desvanecido.
El partido contra el City en el Camp Nou fue el ejemplo perfecto del 2014 de Neymar hasta ahora. Martino alineó a los, teóricamente, mejores jugadores y ello enviaba a Neymar a la derecha. Dejando a un lado la visible incomodidad del astro, acostumbrado a jugar siempre por el flanco izquierdo que cubrió magistralmente el mejor Iniesta del año, cuajó un partido horroroso, muy lejos del jugador sobre el que se cargaba la losa de ser el eslabón perdido del equipo culé. Pareció obcecado en justificar en cada jugada su precio, intentando regates imposibles ante defensores curtidos en el fútbol europeo. Cualquier aficionado podía ejercer de pitoniso cada vez que la tocaba Neymar puesto que, indefectiblemente, acabaría perdiendo la pelota. Lo que al principio no fue más que un runrún acabó tornándose frustración y, poco después, los pitos empezaron a extenderse tras las pérdidas de pelota del brasileño. Martino, consciente, cambió al jugador por Alexis.
Es precisamente Alexis un buen espejo sobre el que debe mirarse Neymar. Su calidad está a años luz de la del chileno, pero este también tuvo que afrontar los pitos constantes del estadio hasta que los convirtió en aplausos. No ha habido en las aptitudes de Alexis un cambio sustancial que refleje ese cambio de actitud respecto a él, pero el Camp Nou ha aprendido a quererlo tal como es. Fue evidente cuando, al poco de salir al campo el miércoles, en un contraataque en el que sólo tenía un rival delante, quiso ir tan deprisa que se dejó la pelota atrás. No hubo pitos, sólo un ‘¡oh!’ que bien se podría haber traducido como «sólo Alexis es capaz de ello«. El chileno es ese amigo que todos tenemos, ese que estudiaba semanas antes de un examen para luego apenas aprobar y el que trabaja más horas de las que tiene el día para cobrar un sueldo poco más que decente. Es posible que Alexis ensaye mil veces más ese contraataque para asegurarse que nada vuelva a salir mal, que la pelota esté, esa vez, por delante de él todo el camino. También es probable que Neymar, ante esa situación, sólo le bastara un intento para llevar la pelota a la red, pero es precisamente eso lo que se espera de él. A Neymar no se le ha pagado un máster en ESADE para que apruebe con un cinco.