Cuando en la España franquista ser culé fuera de Catalunya era una mezcla entre rareza y temeridad, algunos personajes públicos -pocos- no sólo no escondían su barcelonismo, sino que además hacían bandera de él. Y uno de ellos era el malogrado Manolo Escobar.
Un señor que organizaba siempre la agenda de sus conciertos en función de a qué hora y día jugaba el equipo de su alma, un señor que cuando el equipo de sus amores conseguía sólo una Liga en una década mientras su gran rival amasaba Ligas y Copas de Europa con la misma facilidad que él conquistaba corazones, no dejaba nunca de proclamar su barcelonismo a los cuatro vientos, como dos semanas después del famoso 0-5 del Barça de Cruyff, luciendo una bufanda culé en uno de sus conciertos en Madrid. Porque en aquella época, cuando lo más fácil era ser del Real Madrid, y cuando seguramente se podría pensar que ello podría ayudarle a su carrera, Manolo se subió al carro culé, el cual nunca le robaron.
Y aunque cierto sector del barcelonismo no le perdonara sus referencias continuas a España y a las tradiciones de ese país -en especial las taurinas- en las letras de sus canciones, el Barça nunca podrá agradecerle suficientemente lo que Manolo Escobar contribuyó a difundir barcelonismo en una época muy concreta de la historia de España.
Porque la historia del barcelonismo sólo se entiende en su totalidad, en las épocas gloriosas y doradas de las últimas décadas donde declarar el barcelonismo es motivo de orgullo y de prestigio, pero también en las épocas donde la democracia no existía y donde ir a los toros con minifalda era una osadía, como también lo era declarar tu barcelonismo fuera de Catalunya, y más si eras un personaje público que el Régimen quiso abanderar como suyo.
Por eso, pérdidas como las de Manolo Escobar son algo más que una pérdida para el barcelonismo. Y el mejor homenaje que podría hacerle el equipo este sábado es ganar al Real Madrid porque, como cantaba en aquel programa televisivo que presentaba junto a Loreto Valverde e Inma Brunton, “Goles son amores”, como su amor eterno al barcelonismo.
Descansa en paz, Manolo.