El Real Madrid secuestra la palabra

Ya no es novedad que, en vísperas de un clásico, la prensa catalana desplazada a la Ciudad Deportiva del Real Madrid se queda con la palabra en la boca y sin poder preguntar nada al entrenador blanco. El último ejemplo se produjo ayer.

Desde los tiempos de Mourinho, el departamento de comunicación del Real Madrid decidió manejar los hilos de las ruedas de prensa para otorgar los turnos de preguntas a los medios locales (erróneamente llamados ‘nacionales‘) y a algunos de los corresponsales extranjeros presentes en la sala, mayoritariamente ingleses o de alguna de las nacionalidades de los jugadores blancos. No quieren preguntas incómodas y saben que sólo los medios afines garantizan una comparecencia tranquila.

En Barcelona, la política es otra. Desde que Pep Guardiola –si no antes– llegara al banquillo culé rige en Can Barça un modo diferente de hacer las cosas. Como contrapartida a la inexistencia de entrevistas individuales, el técnico de Santpedor apostó por que las ruedas de prensa duraran hasta que el último de los periodistas presentes hubiera formulado su pregunta, independientemente de si se trata de una televisión estatal, de un periódico local o de un medio digital con más o menos audiencia. Nadie se quedó nunca –y quien firma esto lo vivió en primera persona– con la palabra en la boca.

Resulta difícil imaginar una situación a la inversa en la que el Barça decidiera que Cuatro, Telecinco, Intereconomía, As o Marca no pudieran preguntar. El lío sería considerable, habida cuenta de la enorme potencia mediática de los medios ‘nacionales’ en comparación con el amplificador de tienda de todo a cien que tienen los catalanes. Allí callan y aquí tragamos, más allá de la simbólica protesta en sus cuentas de Twitter de algunos de los periodistas que no pudieron ayer ejercer su derecho a trabajar. Pero ni Rac1, ni Catalunya Ràdio, ni Sport ni Mundo Deportivo pudieron ayer preguntar.

Desde la Dirección General del Madrid, capitaneada por el número dos de Florentino Pérez, José Ángel Sánchez, no se deja ningún cabo por atar en una estrategia que funciona tanto para controlar el canal como para silenciar el del rival. Mientras tanto, el aparato lo mismo sirve para variar de un día para otro los récords históricos de goles que para desvirtuar un documental que osa vincular al equipo blanco con los beneficios que le otorgó el régimen de Franco sin haberlo visto siquiera. La mayoría de los periodistas de Madrid no tienen culpa ninguna, pero siempre hay un estómago agradecido que hace mucho ruido con la intención de servir a no se sabe qué propósitos.

En los últimos meses hemos visto que el objetivo de alguno es evitar que algunos hablen o expresen su opinión, por mucha gente que salga a la calle. Vale “lo que yo digo. Fin de la cita”. Ayer, otra vez, vimos que ni siquiera es posible preguntar. Aunque, bien pensado, en un país cuyo presidente comparece a través de un monitor de televisión y, en el mejor de los casos, acepta tres preguntas eligiendo quién las formula, no sé de qué nos extrañamos. Todo está atado y bien atado.

Ya veremos hasta cuándo.

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