Achacar a Martino la culpa del devenir del equipo sólo puede catalogarse como un obtuso ejercicio. Sí, él es el responsable de debacles como la de San Sebastián el pasado fin de semana, con un ataque de entrenador tras lo que fue su gran victoria en Manchester, un arrebato de vanidad que puso al equipo, de partida, en clara situación de desventaja frente a un rival que tenía todas las ganas del mundo, precisamente las que les faltaron a los jugadores que dirigía el rosarino. Él mismo, en la rueda de prensa posterior al encuentro, admitió sus errores en el planteamiento y no cabe pensar que su orgullo vuelva a traicionar a su normalmente atinado juicio de nuevo.
El periódico Sport dedicó al Tata las portadas del día 24 (la que encabeza el artículo) y la del día 26. En la primera, destapaban de manera confidencial que la plantilla había recriminado al argentino la alineación. «¡Nunca más!«, escuchó Martino de boca de sus jugadores según el periódico del Grupo Zeta. El miércoles, el mismo diario revelaba un cásting de entrenadores entre los que se hallaban Valverde, Luís Enrique, Villas Boas, Klopp (!) y Simeone (!!), nombres que maneja el club para sustituir al actual entrenador a final de temporada. En la orilla contraria, sólo por curiosidad, se abría con un «A muerte con el Tata«, de Andrés Iniesta.
Más allá de los candidatos con los que nos despertábamos anteayer, es la portada del lunes la más reveladora. Desde aquí desconocemos si la información es cierta o no, pero la tapa desborda ironía por los cuatro costados. ¿Es el entrenador el problema cuando son sus jugadores los que dictan lo que debe hacer o no? ¿Harán caso a los empleados del Grupo Zeta los máximos accionistas? ¿Se habrá escuchado un «¡Nunca más!» de algún becario que haya parado las rotativas? La idea es ridícula y no lo deja de ser –ni lo es menos– cuando se extrapola a un vestuario de fútbol. Martino debe poder morir o triunfar con sus ideas. Si no es así, traigan a cualquier entrenador del mundo, que el resultado será el mismo.
Probablemente Martino no empiece la temporada que viene en el banquillo culé. Quizá sean los resultados o quizá su legítimo hartazgo al encarnar semana tras semana a Gary Cooper. Siendo sinceros, a 1 de septiembre su destino estaba escrito. Con una plantilla que sólo incorporaba a Neymar, el futuro no era muy halagüeño. El depósito ha empezado a flaquear en febrero, como pasó en 2012 y 2013, sin cuesta abajo que facilite el trayecto como pasó la temporada pasada. El Tata tiene hasta junio para intentar salvar el curso, tarea que se antoja imposible toda vez que ello significaría ganar la Champions o encarrilar una prolongada racha de victorias en la competición doméstica. Acabe con plata o no el año, el argentino ya habrá concedido un inmenso favor a los culés: demostrar que el camino ha tocado a su fin. Que el mensaje llegue o no, por fin, a los de arriba ya no será responsabilidad suya, como tampoco lo fue que le encomendaran la titánica labor de ganar todo con una plantilla sin la voluntad ni el fútbol para ello.