El blitzkrieg de Carlo

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Si hay algo que no ha cambiado desde el inicio de los tiempos es la sed de guerra del hombre. Las páginas de historia están repletas de conflictos, de conquistas, de rendiciones y de victorias pasajeras, de grandes imperios y de países que ya nadie recuerda, pero que una vez dominaron el mundo conocido con mano de hierro. Sin embargo, los métodos usados para derrotar al enemigo han ido evolucionando con el paso de los años. Miles de años atrás, acabar con una única persona podía representar toda una odisea; ahora, un botón puede exterminar poblaciones enteras. Por no hablar de métodos más sofisticados, como el control de la economía para hacer sucumbir a países enteros.

La Primera Guerra Mundial estalló en el año 1914 y terminó a finales del 1918. No fue la típica guerra que se puede ver en la mayoría de las películas, con desembarcos espectaculares, batallas desenfrenadas y el frente de batalla corriendo como un soldado más. Fue un conflicto de paciencia, de avanzar metro a metro, de muerte lenta a manos, sobre todo, de las infecciones que proliferaban a causa de la falta de higiene y las abundantes heridas abiertas. El ejemplo clásico de la guerra de trincheras: soldados aguantando la respiración, esperando el momento idóneo para acabar con el enemigo. Sólo en el frente oriental, con los alemanes tratando de conquistar el país que nunca ha sido conquistado, agujero negro de grandes imperios y emperadores, la movilidad no fue una utopía.

En la Segunda Guerra Mundial, no obstante, la tecnología había avanzado lo suficiente como para abandonar para siempre esa estrategia de guerra. Los alemanes lo demostraron con su blitzkrieg o guerra relámpago: bombardeos, ataques a una velocidad demencial, por sorpresa y sin hacer prisioneros, haciendo imposible una defensa efectiva. En pocos meses se hicieron con el control de la mayor parte de Europa gracias a esa táctica. Para ello, eso sí, las tropas nazis necesitaron los famosos panzers. Por mucho que tu estrategia sea mejor que la del adversario, si no cuentas con las armas necesarias no podrás llevarla a cabo.

Cristiano Ronaldo y Gareth Bale son lo más parecido a los temidos panzers germanos que ha podido presenciar el espectador de fútbol en los últimos años. Su potencia, velocidad y precisión los convierten en armas tremendas, prácticamente imparables. Liderados por Xabi Alonso, más comandante que Ronaldo (a pesar de lo que pueda decir Blatter), y sus envíos teledirigidos, el Madrid traslada de manera eficaz esa guerra relámpago al terreno de juego. La visión de Benzemá despeja el camino para que los dos acorazados bombardeen a placer y sin piedad a los rivales, rivales que a la hora de sacar el balón de la red aún no logran explicarse qué ha sucedido.

Carlo Ancelotti llegó prometiendo juego de toque y firmando la defunción de los contraataques, perdiendo dos meses (y quién sabe si la Liga) tratando de hacer limonada con naranjas. Parece que, finalmente, este Madrid vuelve a acogerse a la contra como mantra. Y cómo no hacerlo contando con esos jugadores, especialmente con esos dos superdotados físicos y técnicos que pueden derribar cualquier defensa en cuestión de segundos y que pueden golpear desde cualquier posición del campo. No hay lugar seguro para el rival, no hay sitio donde esconderse, no hay trinchera, no hay tregua. El único respiro llega cuando la gasolina que alimenta a la bestia se acaba.

El fútbol, aún así, evoluciona con una rapidez pasmosa. Las hegemonías son extraordinarias, por eso ningún equipo ha ganado dos Champions seguidas y por esa misma razón se valora tanto lo que ha hecho el Barcelona desde 2009. Los antídotos a los grandes equipos surgen en cuestión de semanas, uno detrás de otro hasta que uno logra su objetivo. El éxito o el fracaso del proyecto de Ancelotti dependerá de si es capaz que su equipo sepa aniquilar la resistencia rival cuando esta esté organizada, cuando el blitzkrieg sea imposible debido a la ausencia de espacio que conquistar. Aunque sus jugadores sean idóneos para ese fútbol instantáneo, tiene una plantilla de tal profundidad y calidad que los recursos se antojan casi infinitos. Si logra que su Madrid no sea unidimensional y corregir esa defensa gruyeriana, habrá que estar atentos a lo que hace el conjunto blanco a partir de enero. Pocos equipos en Europa parecen capaces de hacer frente a un ataque devastador por tierra y aire.

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