El Barça del Tata consiguió ayer ganar a su eterno rival, lo que no sólo le supuso firmar la mejor racha inicial en la Liga de la historia del club, además de mantener el liderato en solitario, sino también enviar al Real Madrid a seis puntos, que en estas últimas Ligas es una distancia casi insalvable.
Estos datos, que en cualquier otro momento de la historia del Barça serían motivo de máxima euforia y satisfacción en el entorno, no son suficientes. Porque este club se ha vuelto tan exigente, o quizás esté tan cercana en la mente la excelencia futbolística alcanzada hace sólo dos años, que está en continuo proceso de autocrítica; quizás necesaria para seguir evolucionando, quizás excesiva para poder hacerlo.
El gran debate en el entorno culé tras el partido se centra en cómo se consiguió la victoria, tras una segunda parte en la que el Barca regaló la pelota al Real Madrid y se dedicó a defender el resultado, algo no visto en el Camp Nou desde la época de Frank Rijkaard. Porque con el técnico holandés, el Barça adoptaba en muchos partidos -dentro del mismo- dos trajes, el ofensivo que era el habitual y el defensivo cuando el partido lo requería.
El ejemplo más claro de aquel Barça de los dos trajes fue el partido de vuelta ante el Milan en el Camp Nou en las semifinales de la Champions, donde el conjunto culé se dedicó la última media hora a defender el 0-1 de la ida, arrinconado en su área y con Eto’o ejerciendo de lateral izquierdo para defender las acometidas de Cafú. Entonces nadie discutió aquel planteamiento, nadie se ruborizó por ese estilo defensivo y de equipo menor. Porque el objetivo, llegar a la final de París, se había conseguido. Pero entonces el Barça sólo tenía una Champions, ya lejana en el tiempo y aún no había alcanzado la excelencia futbolística.
El Barça sabía que el mayor peligro del Real Madrid ayer venía de su poder de contraataque, con tres jugadores rapidísimos arriba (Ronaldo, Bale y Di María). Contrarrestar ese juego sólo se puede hacer de dos modos; adueñándose del balón y sin tener pérdidas en el centro del campo, como hizo el equipo durante la primera parte, o bien echando el equipo atrás y darle el balón al rival como hizo durante la segunda.
Uno y otro planteamiento surgieron efecto y el equipo consiguió la victoria. El cómo es el debate que continúa en la cada vez más exigente masa culé. Aunque otra de las grandes dudas es si el planteamiento defensivo del segundo tiempo fue intencionado o fue forzado por el evidente bajo estado de forma físico de algunos jugadores, especialmente en el centro del campo.
En el partido de vuelta en semifinales de Champions ante el Chelsea, en la última temporada de Pep, cuando el Barça tenía la eliminatoria casi sentenciada, con 2-0 a favor y un jugador más, decidió seguir buscando el tercero en vez de contemporizar el resultado hasta el descanso, y en una contra, Ramires aniquiló las aspiraciones de llegar a la final. Se mantuvo el estilo hasta el final, pero no se alcanzó el objetivo.
Estilistas vs resultadistas. Presente vs futuro. El debate está presente y continuará. Mientras, nuestro rival, a pesar de las muchas dudas que dejó su equipo, prefiere, como siempre, no analizarlas y ampararse de nuevo en el arbitraje. Ahora piensen lo que hemos evolucionado nosotros y lo que lo han hecho ellos en los últimos años y pregúntense si hace falta debate o no.
Bienvenido el debate.
Foto: fcbarcelona.com