El Barça conquista la Copa con fútbol

A algunos todavía les tiembla el pulso cuando escuchan la palabra «clásico». A Hansi Flick, en cambio, parece que le relaja. Tercer duelo ante el Madrid, tercer triunfo. Y esta vez, con Copa del Rey en juego, con Mbappé ya vestido de blanco y la afición merengue viendo no solo esfumarse el tercer título de la temporada, sino temiendo un posible el triplete azulgrana. Pues bien: se acabó la fantasía. El Barça ganó 3-2 con goles de Pedri, Ferran Torres y Koundé, jugando con ambición, sentido y más colmillo que nunca. Porque cuando el partido se puso feo, cuando el Madrid apretó con el empuje de los que se saben guionistas de la épica, apareció un Barça que ya no se achica, que compite, que muerde.

La final tuvo de todo, pero sobre todo tuvo fútbol. El del Barça y, a su manera y a ratos, el del Madrid. Porque lo que proponen los de Flick ya no es un intento de volver a algo perdido: es una propuesta nueva. Con Pedri dirigiendo como si llevara una batuta, con Frenkie sacando el balón con la solvencia de quien ha decidido que ya está bien de decepcionar, y con Ferran Torres convertido en el delantero que parecía solo existir en los highlights de YouTube. Todo eso, más el bisturí de Olmo, la consistencia silenciosa de Gavi, la verticalidad de Lamine y el oportunismo letal de Koundé, autor del gol de la victoria cuando ya asomaban los penaltis.

¿Y el Madrid? Pues el Madrid fue el Madrid. Arrugado en el primer tiempo y haciendo gala de sus clásicos arreones para marcar dos goles a balón parado que podría haber sido alguno más si no fuera porque Szczęsny decidió que no se le iba a escapar la final. Mbappé marcó el primer gol de falta en toda su carrera, pero el Barça lo mantuvo a raya y, cuando tocó sufrir, no se vino abajo. Tampoco lo hizo cuando Tchouaméni empató a dos. Al contrario: fue entonces cuando se vio que algo ha cambiado en este equipo. Se acabaron los lamentos, los bajones de moral y las caras largas. A este Barça le sale una mandíbula que muchos creían extinta.

La final sirvió también para certificar algo que a algunos aún les cuesta digerir: el Barça de Flick ha ganado tres de tres contra el Madrid de Ancelotti. Sin VAR, sin lloros y sin campañas. A secas. Con fútbol. Eso que a veces se olvida entre tanta tertulia, tanto «narrador de vestuario» y tanto defensor de la «estructura institucional». El Barça juega mejor, punto. Tiene idea, ritmo y hambre. Y cuando junta eso con el talento que siempre ha tenido, pasan cosas como las de este sábado.

Laporta apareció con sonrisa de póker, como quien sabe que cada título es una bofetada de realidad para los que lo daban por acabado. Flick, con su gesto neutro habitual, se limitó a dejar claro que ha venido a entrenar, no a hacer amigos ni a pedir tiempo. Y el barcelonismo, que se ha pasado los últimos años a medio camino entre el cinismo y la melancolía, se reencontró con una sensación que no recordaba: la de ganar, jugar bien y tener motivos para creer que esto no es flor de una noche.

Porque esto no es una Copa más. Es la constatación de que el Barça ha vuelto a competir donde importa y como importa. Es una victoria de presente, pero también un mensaje al futuro: cuidado con este equipo, que empieza a parecerse a lo que soñamos y no a lo que sufrimos. Y lo mejor es que ya no parece casualidad. Esperemos que se confirme en las semifinales de la Champions League, donde espera un durísimo Inter de Milán.

Foto: FC Barcelona

Barça campeón de copa del rey
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