DISCRETO. Una parada, un gol sin culpa y una mala salida por alto, su bagaje.
ACELERADO e impreciso en la primera parte, mejoró algo en la segunda.
SUFICIENTE. Solo tuvo que sudar en los grandes primeros minutos de Robinho.
FALLÓN. Se nota su regreso tras lesión. Culpable en el gol lombardo, le costó serenarse.
PLANO. La única vez que dobló en ataque falló una muy clara. Correcto sin más.
BATALLADOR. Puso el músculo y detuvo el rocoso centro del campo rival.
PENITENTE. Hizo una buena segunda parte, consciente de su pecado del principio: la pereza.
EMBOBADO. Excepto un cuarto de hora, pareció más pendiente de la inminencia de su renovación que de dar el cambio de ritmo que requería alguna fase del partido.
SUPERADO. Sin éxito en la mayor parte de sus jugadas, remató al muñeco la única clara que tuvo.
PUNTUAL a su cita con el gol, la pidió constantemente pero los rossoneri no le permitieron brillar.
DESAPROVECHADO. Su misión de la noche era pisar la cal y obligar a abrir la defensa contraria. Un cambio al centro como en Glasgow no le habría venido mal.
DURO. En tres jugadas, hizo dos faltas y recibió una amarilla.
INOCUO. Con un Milan ya encerrado en el área, poco pudo aprovechar su velocidad.