El fútbol corre demasiado deprisa, más quizá que la propia vida. Recuerdos de hace cuatro o cinco años parece que sucedieron ayer. Sin embargo, cuando vuelves la mirada cuatro o cinco temporadas atrás, parece la prehistoria.
En esa prehistoria aparecía un Messi imberbe, arrancando con los dientes cualquier duda sobre su sitio entre los mejores de la historia. Xavi e Iniesta se erigían en la mejor pareja de baile que haya dado cualquier centro del campo; ahora la ves, ahora no la ves. Y así podríamos seguir con el resto del once titular de ese Barça. Para rizar el rizo, aparecieron dos señores de tercera división, Sergio Busquets y Pedrito que se adueñaron de la titularidad en un verano. Uno echando a Touré; el otro, sentando al mismísimo Ibra. Su insolencia fue tal que llegaron a ser titulares en la famosa noche sudafricana en la que un gol de Iniesta nos hizo campeones del mundo.
Esto último fue posible por varias razones: la convulsión social, con una moción de censura que a punto estuvo de tener éxito; el batacazo deportivo, a 18 puntos del Madrid en una liga que nunca se debió perder por la calidad de la plantilla; y la entrada como un elefante en una cacharrería de un nuevo entrenador con el coraje y el respaldo (todo sea dicho) de hacer saltar por los aires las jerarquías del momento y deshacerse de Deco y Ronaldinho. Era el momento del relevo.
Ahora, las circunstancias son otras. El equipo lidera la liga con mano de hierro desde hace 53 jornadas, la junta se ha blindado contra posibles mociones de censura y el entrenador llegó a prisa y corriendo por la desgraciada enfermedad de Tito Vilanova. Pero, ¿son otras las necesidades?
Las jerarquías en el vestuario se han vuelto a repartir, el juego del equipo cada vez recuerda menos al que tenemos en la retina, y los jugadores envejecen en el campo, mientras sus sucesores, los brillantes talentos talentos de la tan cacareada Masía, están en el banquillo, en la grada o desperdigados por Europa.
Repetimos necesidades, pero el cambio tiene que venir desde un ciclo ganador, y eso, en Can Barça, no sabemos si es posible. Hacer saltar todo por los aires para seguir ganando o seguir cuesta abajo para saltar por los aires. Esa es la cuestión.