Con la chorra

Sin apenas tiempo para que se desprendieran de las retinas los 4 goles de la última goleada del Barça en el Bernabéu, la culerada pudo contemplar una nueva exhibición, esta vez en casa, ante la Roma en Champions League. Paso a paso, trote a trote, galope a galope, este Barça –del que ya puede decirse sin atisbo de duda que lleva el sello de Luis Enrique– va alcanzando cotas que supuestamente estaba prohibido imaginar.

La cuestión es que Luis Enrique y su ayudante Unzué han conseguido un grupo cohesionado al que a duras penas se le adivinan debilidades. Si había miedo por la paulatina salida de baluartes del llamado Pep Team, como Puyol o Xavi, lo cierto es que el equipo ha sabido reinventarse sin perder un ápice de su excelencia.

Es este un grupo que sigue brindando escenas sublimes. Asusta pensar que ya en este mes de noviembre, con el rosario de lesiones más o menos graves que ha padecido, se halle en un momento de forma envidiable, tanto a nivel físico como emocional. Los que hemos vivido épocas de secuestros y hepatitis aún estamos con la mosca tras la oreja, pues hay que ser consciente de que cuando se disputan los títulos es en mayo, pero no puede uno resistirse a la tentación de descorchar la botella del optimismo.

El mayor mérito de Luis Enrique ha sido no solo saber rectificar a tiempo de ganar un triplete, sino darle la continuidad necesaria a las ideas de fútbol directo que ya esbozó, sin dejar de aprovechar el legado del fútbol de toque y asociación. Ha desempolvado registros que parecían olvidados como la estrategia a balón parado, y ha devuelto el apetito por recuperar los balones perdidos, que temporalmente había desaparecido. Además, ha consumado la evolución del modelo dando el protagonismo al tridente –verdadero eje sobre el que descansa el equipo en detrimento del centro del campo– mientras se mantiene el vertiginoso ritmo de circulación de la era Guardiola.

En los 6 goles a la Roma, a no pocos se nos cayó la baba cuando vimos recuperar los balones perdidos con esa presión asfixiante que ya hizo valer algún gol en Madrid. Inaudito ver a Messi correr hasta su área y recibir una tarjeta por su implicación defensiva. Otros tantos se frotaban los ojos para comprobar que no era Laudrup quien dio ese pase de sombrero con la izquierda a Messi en el bestial segundo gol, digno de ser candidato al mejor gol del año. Cierto es que jugarle a este Barça con las líneas adelantadas como hizo la Roma es un suicidio, pero igualmente este equipo dispone de alternativas para romper los partidos merced a un trallazo de Rakitic –quien se ha amoldado como un guante de seda a la compañía del avasallador Busquets– o bien con una conducción temeraria de Neymar, mientras Suárez le barre el pasillo del área. Incluso uno juraría que vio a Jordi Alba buscar el gol sin disimulo.

Son tantas las variantes que puede poner en juego, que lo que a priori horrorizaba a los puristas del tiqui-taca se percibe ahora como un mal menor, ya que el equipo gana los partidos ‘con la chorra’.

En el aspecto físico, no cabe duda que las famosas rotaciones están dando fruto, pues a pesar del rosario de lesiones y de la exigencia del inicio de temporada con un calendario muy complicado, el grupo se mantiene líder en la Liga con una ventaja amplia y ya se ha clasificado para octavos en Champions League. Y todo ello manteniendo un óptimo estado de forma, a la espera de que lleguen las incorporaciones en enero. Es tal la sensación imperante, que si no fuera porque hay quien tiene otro concepto del significado de esa palabra, se diría que el Barça ha salido reforzado…

Todo son buenas noticias para un Barça que se ha visto obligado a madurar rápidamente, donde Neymar y Suárez han dado el paso adelante cuando se les ha requerido, mientras Sergi Roberto se ha consolidado como el nuevo valor en alza de una Masía maltratada.

Lo único que cabe pedir es que se mantenga siempre esta misma implicación y si es posible, que acabe ya «lo criminal».

con la chorra