Buscando a Deco

Deco-Barcelona

Verano de 2004. El Barca se hace con los servicios de uno de los mejores centrocampistas del momento, Anderson Luis de SouzaDeco”, jugador portugués de origen brasileño que se acababa de proclamar campeón de Europa con el Porto de Mourinho.

Con su llegada, la primera reacción del entorno culé fue preguntarse qué sucedería con Xavi Hernández, un prometedor canterano de una calidad técnica indiscutible, pero que desde su debut en la época de Van Gaal, allá por el año 98, no había acabado de confirmar todas las esperanzas que en él habían depositadas.

Frank Rijkaard, sin embargo, solventó la papeleta de conjuntar a ambos jugadores muy rápida y fácilmente, principalmente por la sorprendente capacidad de trabajo defensivo de Deco -sin abandonar la enorme clase a la hora de crear-, lo que permitió que ambos jugadores ocuparan los interiores del once titular durante cuatro años consecutivos, racha sólo truncada por la larga lesión de Xavi por rotura de ligamentos en la temporada del doblete (2005/06).

Pero aunque es evidente que el rendimiento de Xavi mejoró en esos cuatro años respecto al período anterior a la llegada de Deco, esto también fue debido a que el jugador de Terrassa se aprovechó del enorme trabajo del jugador luso-brasileño, lo cual en muchas ocasiones le hizo acomodarse en demasía; era muy habitual ver a Xavi al cobijo de Deco, brillando en su tarea ofensiva pero abandonando continuamente sus tareas defensivas -ahí estaba siempre Deco para tapar esas carencias- y rehuyendo además las de liderazgo en el centro del campo.

Obviamente, la calidad técnica de Xavi era, es y será indiscutible, y en muchos partidos, en especial en los pocos comprometidos, se podía ver a un gran Xavi, pero cuando éstos se ponían serios, era muy habitual verlo desaparecer y deambular por el centro del campo, siempre al amparo de Deco.

Pero no fue hasta la llegada de Pep Guardiola cuando por fin se confirmaron todas las expectativas que siempre había habido sobre Xavi. Pep consiguió hacer de él un jugador líder, implicado en tareas defensivas, además de potenciar su enorme clase. El resultado es evidente: entre 2008 y 2012, el palmarés del de Terrassa se convirtió en el mejor de un jugador en la historia culé y también de la historia de la selección española, además de ser reconocido por todos como el alma y el creador de un estilo único e irrepetible de juego, tanto en el Barca como en la selección.

Pero el año pasado, justo cuando Tito desapareció en enero por su enfermedad, Xavi decidió también hacerlo. El último gran partido que se le recuerda fue el que realizó ante Francia con la selección, pero en lo que entonces se interpretó como un ejercicio claro de dosificación hasta la Copa Confederaciones (el único título que falta en su palmarés), su rendimiento hasta el final de la pasada temporada fue más que deficiente. Como “premio”, Sandro le regaló tres años de renovación, incomprensible en un jugador de 33 años y cuyo rendimiento ya empezaba a dar claros síntomas de comenzar la lógica línea descendente.

Y en esta temporada, con la renovación en el bolsillo, con menor competencia que la anterior -el emergente Thiago dio paso al recién llegado del filial, Sergi Roberto– y con un entrenador que, de momento, parece respetar en demasía sus galones, el rendimiento de Xavi es el que podemos ver en cada partido. Un Xavi anodino, apático, sin ritmo, desaparecido en labores defensivas y que parece jugar más por obligación que por ambición.

Pero en este regreso al pasado de Xavi hay una gran diferencia. Esta vez no está Deco en el campo para disimular sus reaparecidas carencias. Y es una pena, no el que no esté Deco ni el que haya nadie que cumpla sus funciones, sino el hecho de que el mejor jugador catalán de la historia del Barca haya decidido volver por esta senda, y más aún que nadie sea capaz de reconducir esta situación, como entonces sí consiguió Pep Guardiola.

Mientras tanto, Xavi sigue buscando a Deco.