Actitud y aptitud

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El Barça completó ayer en Amsterdam el peor partido que se les recuerda desde la terrible (y rápida e indebidamente enterrada) eliminatoria contra el Bayern. En la primera parte, fueron arrollados por la juventud, velocidad y precisión de un Ajax pletórico en el juego de posición. En la segunda, a pesar de jugar contra diez, no pudieron marcar más que de penalti ante un equipo no acostumbrado a encerrarse. Resulta complicado decidir qué mitad es más preocupante. Es lamentable que el Barça salga al campo sin la actitud necesaria para ganarlo; sin embargo, no lograr un gol jugando contra diez en cuarenta minutos deja claro que no sólo es cuestión de actitud.

Es curioso que este equipo volviese a quedarse a las puertas de igualar un gran récord. En Pamplona se esfumó la posibilidad de igualar el mejor arranque liguero de la historia (diez victorias) y en Amsterdam no se pudieron conseguir los veintiún partidos invicto del Barça 2010/11. Y es imposible no ver algo de justicia divina en ello: no es este un Barça de récord. Se trata de un equipo de circunstancias que sobrevive por una mezcla de inercia de lo que fue y un talento descomunal en cada una de sus líneas.

«Ha faltado actitud y el vestuario lo sabe«, comentó Piqué al final del encuentro. Gerard es precisamente una de las voces autorizadas de la caseta y el primero que realiza autocrítica cuando el camino se llena de piedras. Quizá alguien debería comentarle al central azulgrana que actitud también consiste en estar en la mejor forma posible para ayudar al equipo y que es una falta de actitud y de respeto flagrante elegir a dedo tanto entrenamientos como partidos. La actitud no dispone de interruptores. O se tiene siempre o no.

«Tendremos que reflexionar» dijo Martino, compungido, en rueda de prensa. Cargar las tintas contra él perpetua la situación del vestuario. El Tata no es el responsable de que los jugadores parezcan sombras de sí mismos. Ahora bien, sí es el que los pone de titulares. Cabe esperar que actúe en consecuencia con sus palabras y no hay razón para dudar de ello todavía. El de ayer fue un partido ciertamente para reflexionar. El debate del estilo se está centrando continuamente en el técnico, cuando los que se encuentran más cómodos con él son los jugadores: si no hay rastro de la velocidad de antaño no es porque el rosarino les obligue a jugar al ralentí, sino porque no entrenan lo suficiente para ello. Sólo hay que ver el cinismo de jugadores como Xavi o el mismo Piqué al hablar de la temporada pasada como si el asunto no fuese con ellos.

La solución no aparenta ser un rompecabezas de extrema dificultad, más bien se intuye simple: si no hay actitud, no hay minutos. Tan sencillo como eso. Nadie debería culpar al técnico del partido espantoso de ayer, pero sí recibirá críticas totalmente justificadas si no empieza a enderezar el rumbo. La derrota de ayer lo legitima y lo obliga a tomar decisiones, más por el cómo que por el resultado en sí. Se puede tolerar y disculpar la falta de aptitud puntual, no así cuando se trata de actitud. Una letra representa todo un mundo de diferencia.