La incógnita de si Neymar sería un gran jugador o no quedó despejada tras su gran Copa Confederaciones, especialmente en la final ante España. En esos noventa minutos, el nivel del nuevo jugador del Barcelona rebasó con creces la frontera de la excelencia. Estuvo colosal: desbordó, marcó, se asoció y ganó medio partido. Fue una pesadilla para la defensa de la Roja, que acabó con uno menos debido a la expulsión de Piqué. ¿El culpable? Neymar. Siempre él.
La afición culé, en general poco preocupada por la selección, respiró aliviada tras ese partido. Desde 2011, el brasileño era un habitual de las portadas. Primero relacionado (y firmado, según algunos) con el Madrid, dio la impresión de ser el perfil de fichaje perfecto de Rosell: joven, brasileño, un mago del balón y una sonrisa siempre en la cara, tan alegre como mediática. ¿Les suena? Con el paso de los meses, su llegada a Cataluña fue tornándose segura, sólo alterada por el esperpento de la última noche, para más gloria del presidente del Barcelona. Sin embargo, aún entonces los méritos de Neymar se reducían a territorio brasileño, con todas las dudas que eso suscita. También fue campeón de la Libertadores en 2011, pero ese Santos era mucho más que él. La explosión en la Confederaciones, posterior a su fichaje, lo confirmó como una realidad en el fútbol de alto nivel.
Ya con la zamarra azulgrana, más luces que sombras. Martino, preocupado por su adaptación al fútbol europeo, lo puso a cuentagotas durante los primeros compromisos de los culés. Su gol en el Calderón, saliendo desde el banquillo, dio la Supercopa al Barcelona, pero ni siquiera así aceleró su titularidad. En una delantera en la que Messi es acompañado por el cada vez más vulgar Pedro y el en ocasiones más frustrado que frustrante Alexis, la electricidad del brasileño destacó desde el minuto uno. Recientemente ya consiguió la titularidad, pero con ella Neymar aún no ha alcanzado el recital de fútbol que es capaz de dar con la verdeamarelha. Culpa de ello puede ser su reclusión en el extremo, aunque unos meses más dentro de la dinámica del club, de tan especial idiosincrasia como es el Barça, debería garantizar un aumento en el nivel de su juego, así como de su participación, directa e indirecta, en los goles del equipo.
El futuro se antoja brillante para un jugador que reúne todas las características de los más grandes. Si consigue anotar con regularidad y establecerse en más de veinte goles por temporada (cifras espectaculares antes de la era Ronaldo-Messi), estaremos hablando de uno de los cinco mejores del mundo. El Barça necesita, más que nunca, un jugador que amenace a las defensas contrarias con solo pedir la pelota, un futbolista que quite algo de peso a Messi y lo libere de las dobles y triples marcas que sufre en los grandes partidos. Neymar tiene todas las papeletas para serlo. Con su talento y destreza, la única duda a finales de temporada debería ser si, en unos años, será protagonista de las historias que escucharán los recién llegados al barcelonismo, aquellos que no hayan podido disfrutar de él. En él y en sus pies se halla la respuesta.