En declaraciones a la revista holandesa Voetbal International, Frank Rijkaard (Ámsterdam, 1962) ha confirmado que dejará los banquillos a los 51 años, que se siente agradecido por todo lo conseguido en el fútbol, pero que prefiere ver y comentar partidos como contertulio que seguir a pie de campo hasta los 60 o 70.
Rijkaard, que llevaba sin entrenar desde que cesara en enero de 2013 de su cargo como seleccionador de Arabia Saudí, ha tenido una carrera corta pero intensa como míster, jalonada de altibajos y atípica en lo que se refiere a los pasos habituales que se siguen hasta la elite. Comenzó a entrenar como ayudante de Hiddink en la selección holandesa para el mundial de Francia ’98 y ese mismo año se hizo con el primer puesto del banquillo. Sería sustituido por Van Gaal dos años después, tras caer ante Italia por penaltis en las semifinales de la Eurocopa de Bélgica y Holanda. Al año siguiente se encargaría de su primer club, el Sparta de Rotterdam, pero lo descendió a la segunda división holandesa y fue despedido.
Tras una temporada de parón, el recién electo presidente del Barça Joan Laporta lo trajo al club blaugrana. Su estilo de fútbol ofensivo, marcado por la escuela neerlandesa, sin olvidar los aspectos defensivos de su etapa como jugador en Italia, llevaron a Cruyff a decirle a Laporta que no fallaría con su contratación.
Los comienzos en el banco del Camp Nou no serían fáciles. Como se suele decir, el horno culé no estaba para bollos: tras 25 años de nuñismo y cuatro sin títulos, la afición esperaba que el giro que suponía la nueva junta directiva sacara al club de sus miserias deportivas. Con un puñado de fichajes entre los que destacaba un joven sonriente llamado Ronaldinho, de Rijkaard se esperaba resultados y buen juego, y en los primeros meses no consiguió ni lo uno ni lo otro. El equipo tardó 9 jornadas de Liga en ganar en casa y pinchó en el Calderón, Anoeta, Villarreal… La primera semana de diciembre de 2003 el Barça es vapuleado 5-1 en Málaga y tres días después humillado en el Camp Nou por el Real Madrid (1-2). Y tras ganar el derbi en Montjuic, se estrella en El Sardinero (3-0). El Madrid le saca decena y media de puntos al Barça antes del ecuador del campeonato y la sombra del despido revoloteaba sobre la rizada cabeza de Rijkaard. Laporta, en una de las dos decisiones deportivas más acertadas de su presidencia (junto a la contratación contra pronóstico de Guardiola en verano de 2008), decidió hacer oídos sordos a las innumerables voces que desde la junta le aconsejaban la sustitución del entrenador. Salió cara: el equipo empezó a ganar, el juego se convirtió en exquisito de la mano de Ronaldinho y, aunque la Liga es para el Valencia, se enjuga la desproporcionada ventaja que tenía el Real Madrid y se le acaba adelantando en la clasificación.
En los dos años siguientes, llegarían por fin los títulos a las vitrinas del Barça y de Frank Rijkaard. La Liga 2004-2005 se gana brillantemente con el trío Ronaldinho-Deco-Eto’o en plan estelar, y al año siguiente se gana la Supercopa de España, se repite Liga y se alcanza la gloria en París con la Champions League ante el Arsenal de Cesc. Se marcha entonces su segundo entrenador, Ten Cate, a quien se creía responsable de la mano dura en el vestuario, y llega la famosa autogestión. La rapidez con la que Rijkaard había construido un equipo campeón solo fue comparable a la velocidad que cogió después cuesta abajo. Tanto jugadores como entrenador parecían haberse quedado dormidos tras tocar techo, y el nombramiento del holandés como Mejor Entrenador del Mundo según la IFFHS 2006 llegó recién perdido el Mundial de Clubes ante el Porto Alegre. En 2008, tras dos nuevos años en blanco e inequívocos síntomas de dejadez en algunos jugadores de la plantilla, el club decide que no le renovará.
Frank Rijkaard aceptaría después una oferta de dos años del Galatasaray, pero cesaría al comienzo de la segunda temporada tras no clasificarse para Champions League en la eliminatoria previa. En 2011 coge las riendas de la selección de Arabia Saudí, pero los malos resultados llevan a su salida en 2013.
Tras un año sabático, Rijkaard decide dejarlo. La pasión por el fútbol no le compensa la presión del cargo. Ventiún títulos como jugador (con tres Champions League y una Eurocopa entre ellos) y cinco como entrenador son suficientes para el Todocampista, apodo que se ganó jugando en el mejor AC Milan de los últimos 50 años junto a sus compatriotas Ruud Gullit y Marco van Basten. Prefiere charlar de fútbol, comentar partidos y disfrutar de otra manera de ese deporte rey que tanto le dio y al que tanto le ha dado él. No tardará en recibir alguna oferta para acudir al Mundial de Brasil con su acreditación de periodista, su pelambrera ensortijada y su mirada a veces perdida, pero siempre fija en el balón. Tranquilo, Frank. No pierdas la esperanza, sé que llegará… llegará…