Perdidos

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Entonces se alzaron las semillas del Caos y la Noche, para eliminar el orden y extinguir la luz (Alexander Pope, El Dunciad)

En un mundo desconcertante, el Barça se ha disfrazado de esponja y ha absorbido las circunstancias que lo rodean. El final de Pep, la maldita condición de Tito, la pérdida de los frenos en el corto periplo de Roura y el retorno hacia ninguna parte con el Tata. El club parece haber perdido el navegador y da vueltas sobre sí mismo, buscando el camino que una vez perdió ensimismado en su propia rotación, encerrado en su propia vanidad.

La respuesta al desaliento de los espectadores no se halla en la casualidad del calendario, tampoco es posible encontrarla en la estación que vivimos. El invierno es territorio hostil para el aficionado que asiste al Camp Nou, pero durante los últimos años éste podía refugiarse al calor del juego vertiginoso del equipo. Y cuando el caudal ofensivo se congelaba, el culé se asía con fuerza a su idea. Los resultados podían acompañar o no, la voluntad de la caprichosa pelota daba la espalda también al mejor equipo de la historia como se lo da a este que se viste estos días, pero había algo en lo que creer.

Lo más inquietante respecto a este grupo de jugadores que dirige el Tata Martino es que no se le logra adivinar qué pretende. Mezcla veinte minutos de adrenalina con cincuenta de confusión, se entrega al desorden cuando retoma el pulso. No se le puede achacar falta de intensidad, más bien peca de un exceso de intensidad mal aplicada. ¿Para qué sirve correr para recuperar un balón si luego no hay plan que lo sujete? Si con Tito el vicio fue abusar de la posesión, creer que el medio era el fin, este curso el Barça parece querer y no poder.

¿Hasta qué punto es preocupante? El equipo va segundo en Liga, prácticamente en la final de Copa y respira en Champions. La inercia, la pegada e instantes brillantes han mantenido al conjunto aferrado a la vida. Por tanto, se puede ser positivo: si encuentran el camino, la calidad hará el resto. Sin embargo, se intuye a cada partido un tan asombroso como descorazonador caos. Ya van algo más de seis meses desde que llegó el técnico argentino y no hay signos visibles de que el paciente vaya a despertar del coma. Sin ir más lejos, la segunda parte ante la Real Sociedad fue un monumento a la anarquía del equipo que una vez fue sinónimo de triángulo, la forma sobre la que se construyen los más importantes proyectos.

Que alguien encienda la luz. Y rápido.

Foto: mundodeportivo.com