La dimisión del Presidente del Barça es siempre una mala noticia para el Club y la de hoy de Sandro Rosell no es una excepción. Que el máximo mandatario de la institución presente su dimisión es la constatación del fracaso en la gestión del club, y deja al mismo en una situación de vulnerabilidad y de inestabilidad que no podrá empezar a ser subsanada hasta que no vuelva a haber un presidente elegido por todos los socios. Y esas condiciones en la gestión del club siempre acaban afectando directa o indirectamente a lo que luego sucede en el terreno de juego, por lo que en un momento donde el equipo comienza a jugarse todos los títulos de la temporada (Liga, Copa y Champions) la dimisión de hoy es una muy mala noticia.
Es por eso que a uno le cuesta entender como la Yihad guardiolista-laportista de Twitter celebraba en masa la dimisión de Sandro como si de un título se tratase, mientras a la vez el nuñismo-rosellismo se escudaba en conspiraciones y malos barcelonistas para defender al ya expresidente del Fútbol Club Barcelona, ocultando de este modo las verdaderas razones de la dimisión de Rosell, que no es otra que su demostrada incompetencia para dirigir este club con la transparencia que tanto pregonó en su campaña electoral, más allá de tantos y tantos escándalos (Neymar, Boixos, niños, Qatar, nou Camp Nou…).
Porque entre laportistas y rosellistas, entre nuñistas y cruyffistas, entre kubalistas y suaristas, hay una amplia masa social que no se debe -ni debe- a ninguna de las dos partes y que lo que de verdad le preocupa es su club, el Fútbol Club Barcelona. Una amplia masa social que no dedica todos sus esfuerzos a formar parte de un bando ni de otro, sino a desear lo mejor para el club, no la mejor para «su» parte. Una amplia masa social capaz de criticar las acciones inapropiadas de un bando o de otro, a la vez que reconocer los méritos de unos y de otros. Pero una amplia masa social que está muy cansada de todas estas guerras cainitas que sólo hacen que destrozar al club desde dentro.
Es por ello, que somos muchos los que hoy no tenemos nada que celebrar. El presidente del Barça ha presentado su dimisión y su Junta se quiere perpetuar en el cargo hasta 2016, lo que sólo va a ocasionar más crispación y tensión social. El actual gobierno no está legitimado éticamente para ejercer el poder… y por tanto el club es hoy más débil que ayer.
Cuando se convoquen elecciones y volvamos a tener una Junta legitimada para gobernar, entonces será el momento de celebrar. Y gane quien gane, volverá a haber una amplia masa social que apoyará incondicionalmente a los nuevos dirigentes, mientras un pequeño grupo del bando perdedor volverá a ejercer el histórico cainismo culé.
Pero mientras, nada que celebrar.