Cada quince días, un grupo de eibarreses tiene el privilegio de disfrutar de la primera división del fútbol español con un gesto tan simple como asomarse al balcón. Sin embargo, hay uno de esos días que, como la semana santa o el año nuevo chino, cambia de fecha cada año: la llegada de Messi al césped de Ipurúa. Hoy, el argentino dirigió al Barça en una cómoda victoria por 0-4 ante el Eibar. Y lo hizo andando, corriendo y moviendo esa batuta inigualable capaz de indicar a sus compañeros, con apenas una mirada, cuál va a ser el siguiente paso del genio.
Llovía sobre el pequeño estadio guipuzcoano, pero a estas alturas nada parece poder apagar la chispa competitiva del Barça. Sólido atrás, seguro en el pase, con un imprescindible Busquets y un buen trabajo de Arda y Rakitic, el equipo de Luis Enrique saldó hoy con nueve goles su doble visita a los dos estadios a priori más incómodos de la Liga. Con todo eso y con un Leo Messi mayúsculo capaz de habilitar a Suárez desde la línea de cal y a pie parado para que éste asistiera a Munir, sustituto del ausente Neymar, en la jugada del primer gol.
Messi jugó por donde quiso, cuando quiso y como quiso. Hizo suyo el encuentro y, acompañado de un movimiento de balón rapidísimo por parte de sus compañeros durante la primera parte, siempre a uno o dos toques, noqueó a un Eibar que quiso pero no pudo y que, cuando parecía creer en sí mismo, vio emerger de nuevo la figura del rosarino. Al filo del descanso, Messi agarró un balón en el centro del campo y arrancó hacia la portería escoltado por los movimientos de Munir y Suárez. Encaró a los defensas y éstos, mientras reculaban, parecían saber qué tenía en la cabeza el 10. Inútil. Messi dribló, se escoró hacia la izquierda, entró en el área, amagó y lanzó un disparo cruzado con la zurda que batió a Riesgo. Fue un gol muy suyo, uno de esos que los vecinos de Ipurúa han visto infinidad de veces por televisión y al que asistieron de nuevo, esta vez desde la comodidad de sus balcones.
El penalti, para Messi
Ahí se acabó el partido. Rebajó el ritmo de juego el Barça, pero no su intensidad en la disputa del balón ni tampoco su atención ante el ímpetu –más voluntarioso que eficaz– de los de Mendilibar. Aun así, hubo tiempo para apagar el conato de lo que Gerardo Martino llamaba la crisis semanal azulgrana y que tenía forma de errores en los lanzamientos de penalti y de sequía goleadora de Suárez. De lo primero se encargó Messi, cómo no, quien por un momento decidió que la pelota era suya para sentar a Ramis casi en la línea de fondo y hacer que el balón fuera retenido por el defensa con su brazo derecho. Undiano señaló el penalti y Leo resolvió con un medio Panenka para poner el 0 a 3 en el marcador y sumar su gol número 21 en una liga en la que ha estado ausente casi dos meses.
Y cuando parecía que el tema de la semana en Barcelona podría ser el cuarto partido sin marcar de Luis Suárez, Claudio Bravo lanzó un balón con la mano que rebasó la línea del centro del campo, Sergi Roberto agarró un rebote que sirvió al uruguayo para fabricarse un gol de fuerza y talento. Dejó atrás un defensa con un caño, aguantó la embestida de otros dos y fusiló a Asier Riesgo con un disparo seco. En 90 minutos, el Barça disipó las posibles dudas (¿alguien tiene alguna?), las crisis, las portadas y los debates estériles. En 90 minutos, el equipo parece haber dado la estocada definitiva a la liga consolidando una ventaja que, a estas alturas, parece definitiva.
Desde los balcones de Ipurúa vieron pasar hoy al más que probable campeón, pero sobre todo a un tipo que lleva diez años dando lecciones, anotando goles, regalando asistencias y recordándonos que esto del fútbol es un juego que consiste en algo más que dar patadas a un balón. Y esperan con el rotulador a que el sorteo de la próxima liga, allá por el mes de julio, les permita marcar de nuevo una fecha en rojo: la del retorno de Messi.
Foto: as.com