Muchos han sido en la historia del tenis los momentos en los que parecía que se vivía “la mayor rivalidad de la historia”. En los 70 ya se vivieron enfrentamientos mágicos entre Borg y McEnroe, que siguieron en los 80 con un brillante ramillete de jugadores como Wilander, Edberg, Becker y Lendl. En los 90 los americanos vivieron su particular esplendor en el duelo Sampras – Agassi. Con el nuevo siglo llegó un pequeño vacío cubierto en gran parte por el australiano Lleyton Hewitt, y luego llegó para quedarse el que para muchos ha sido el gran genio del tenis munidal, Roger Federer.
Cuando más tranquilo estaba el suizo en la cúspide del tenis mundial, con un frenético ritmo de 3 Grand Slams por año, apareció una apisonadora en forma de adolescente español, devastando a su paso todo lo que se interponía en el camino hacia la tiranía en las pistas de tierra batida. El problema, después, subió de tono cuando el mundo comprobó que lo sacabas de la tierra y seguía avanzando como Atila, sin hacer prisioneros. Entonces nació la que muchos no dudaron en calificar la mayor rivalidad de siempre: Nadal-Federer. En sus 32 partidos han jugado la friolera de 20 finales, entre ellas 8 de Grand Slam y una del Masters. De esos, más de la mitad, 22, se saldaron con victoria de Nadal, apabullante cifra si no fuera porque Federer ha batido todos los récords de longevidad en la cima del tenis, incluidos el de más semanas como nº 1 (302), más Grand Slams ganados (17), y Masters (6).
Y en medio de esta lucha sin cuartel, aparece Novak Djokovic, un serbio con un talento innato deslumbrante y con una aparente debilidad física que le impide, en muchos casos, incluso acabar sus partidos. A medida que su cuerpo se hace adulto y aumenta su resistencia, mengua la que oponen sus rivales a los golpes devastadores del serbio en todas sus modalidades. Solo Federer en sus inicios, y el coloso balear, paracen poder humanizar una figura que se antoja indestructible por momentos. Pero con el declive del suizo y las lesiones del otro aspirante al trono, el británico Murray, el camino ha quedado expedito para que podamos hablar de la que es sin duda, la mayor rivalidad de la actualidad y una de las más apasionantes de la historia.
En la histeria que domina el circuito, a sus 27 y 26 años respectivamente, Nadal y Djokovic se han enfrentado ya en 39 ocasiones, de las que 19 son finales y de ellas, 6 de Grand Slam. De momento Rafa ha salido victorioso en un puñado más, 22, que Nole, con 17. Pero lo que de verdad engrandece la pugna de estos dos gigantes es la épica que parece acompañar cada partido que tienen que disputar; valga como ejemplo la semifinal de Roland Garros de este mismo año, donde un Nadal que aún no ha aprendido el significado de la palabra rendición, remontó un partido perdido en el cuarto set para acabar imponiéndose en el quinto por 9-7, después de 5 horas de mutuo fusilamiento y donde probablemente sembró la reconquista del número uno a final de temporada.
Una rivalidad, al fin, de la que quedan seguramente algunas de sus mejores páginas por escribir.