«Soy abierta y orgullosamente gay«. De esa manera hizo pública Michael Sam su condición sexual en la cadena norteamericana ESPN. Unas declaraciones que, en plena segunda década del siglo XXI, no serían para nada excepcionales si no fuese porque se trata del primer jugador de la National Football League que lo hace. Eso no significa que Sam sea el único jugador homosexual de la historia de este deporte ya que, atendiendo a las probabilidades, es altamente posible que por los vestuarios de las más grandes franquicias hayan pasado más de uno y de dos, pero sí es el primero que ha dado el paso adelante. Un paso que se antoja trascendental, unas simples palabras que pueden cambiar por completo el panorama de la Liga en los próximos años.
Es necesario en este punto explicar quién es Michael Sam. Integrante de los Tigers de Missouri (o Mizzou, como se les conoce) desde 2009, su sensacional año como senior le ha granjeado los honores de ser el jugador defensivo del año en la conferencia SEC, reconocida por unanimidad como la mejor y más dura del fútbol universitario. Además, fue nombrado All-American, distinción que se otorga a los mejores jugadores universitarios en cada posición. Defensive end, su escaso metro y ochenta y ocho centímetros parecería limitarlo en principio para ocupar esa demarcación. Sin embargo, una magnífica explosividad y velocidad para atacar con voracidad al quarterback corrigen con creces ese defecto físico, tal como demuestran sus 11.5 sacks en esta temporada. Sam tampoco sería el primer ejemplo de defensive end por debajo del 1.90 que triunfa en la Liga: hay ejemplos como los de Dwight Freeney (1.85 m), Charles Johnson (1.88) o el sorprendente caso de Elvis Dumervil (1.80).
Estamos hablando, por tanto, de uno de las más prominentes promesas del deporte americano, por lo que el tema de su condición sexual se torna aún más sensible. No se trata de que sea la NFL; al fin y al cabo, ¿cuántos casos como el de Michael Sam se han producido en el deporte de alto nivel? El ejemplo más cercano que podemos encontrar es el de Jason Collins, un jugador de la NBA que aún no ha jugado un partido desde que hizo público que era gay. No obstante, Collins no era un prodigio como lo es Sam, sino más bien un jugador de rotación. Ahora bien, que no haya vuelto a vestirse de corto desde entonces no representa un buen precedente para Michael.
Las franquicias que disputan la NFL son propiedad de multimillonarios dueños que en la mayoría de casos cuentan con una avanzada edad (la media está en 70.1 años). A ese factor hay que unirle el de una sociedad que aún ve con reticencias la homosexualidad, un país en el que en sólo diecisiete de los cincuenta estados es legal el matrimonio entre parejas del mismo sexo. ¿Cómo afectarán estas condiciones a las posibilidades de Michael Sam? A tres meses del draft, es complicado saberlo. «No creo que el fútbol esté preparado para ello» comentó desde el anonimato un asistente de personal a Sports Illustrated. «Aún se trata de un juego de hombres«, añadió.
Los vestuarios del deporte rey en Estados Unidos se vieron sacudidos este año por el caso de bullying (que al final parece que no fue tal) que se llevó por delante a los Miami Dolphins. Jonathan Martin denunció toda clase de vejaciones contra él y sacó a la luz lo que a nadie le apetecía ver: en un lugar en el que la adrenalina fluye a ritmo de tackle, los protagonistas no se relacionan citando a Walt Whitman. Frases descontextualizadas y novatadas establecidas como una tradición hicieron el resto y ello acabó con Martin y Richie Incognito, el principal agresor que luego se descubrió que era el mejor amigo en el vestuario de Jonathan, apartados del resto del equipo.
¿Está preparado un lugar en el que se profieren constantemente insultos para acoger a un jugador homosexual? ¿Alteraría la dinámica del grupo el que hubiese un gay entre ellos? Difícil pronosticarlo. Desde luego, no fue el caso para los jugadores de Mizzou, equipo que terminó la temporada como el quinto mejor del país siendo conscientes de la condición sexual de Sam desde el agosto pasado. ¿Se cita a Whitman en un vestuario de fútbol a nivel universitario? Muy probablemente, no; muy probablemente sea, a menor escala, un fiel reflejo de lo que Michael se puede encontrar a partir de unos meses.
Su capacidad de liderazgo y su talento deberían bastar para lograr una buena posición en el sorteo. Tampoco han sido pocos los apoyos que ha recibido de jugadores e incluso de equipos y dirigentes desde que lo hizo público. ¿Por qué entonces su proyección en el draft ha descendido prácticamente de forma unánime en todas las previsiones? La primera razón hay que buscarla en la puramente deportiva: su altura le condiciona en una Liga que cada vez busca más jugadores que miran al suelo a más de dos metros y que pueden moverse como si fuesen bailarines; es bajo para ser un defensive end y sufrió mucho en la Senior Bowl cuando jugó como un linebacker exterior, la otra posición en la que podría jugar en la NFL, a pesar de que podría argumentarse que con experiencia tiene la velocidad suficiente para hacerse un hueco como titular. Para la segunda hay que aludir irremediablemente a toda la expectación que está levantando: el equipo que lo elija en el draft va a escoger al primer-gay-de-la-NFL y no a un prometedor defensa, con todo lo que ello conlleva. Ese hecho, más que ser homosexual o no, es el que puede alterar las dinámicas de equipo y levantar tensiones al ver el foco y el micrófono siempre alrededor.
«Parte de la estrategia es anunciarlo de una vez y dejar que Michael se concentre en el fútbol«, comentó Howard Bragman, el publicista contratado para dar con la mejor manera de contar la historia de Sam. «[Michael] es un jugador de fútbol, no un activista» aclaró, espantando los fantasmas que pudiesen apartar a los equipos interesados sólo por el hecho de ver en Sam el abanderado de la lucha contra el statuo quo en el fútbol americano. No obstante, por mucho empeño que ponga Bragman, lo cierto es que los que han estado en las altas esferas de las franquicias lo ven de otra forma. «No es que estén en contra de la gente gay«, dijo un antiguo general manager de una franquicia, «se trata de que algunos jugadores van a mirarte de arriba a abajo» refiriéndose a toda la atención que va a suscitar el caso. «[Anunciar que es gay] no ha sido una decisión inteligente«, declaró un entrenador asistente bajo el amparo del anonimato. «No deberías vivir tu vida en secreto, pero, ¿de verdad quieres ser el principal tema de conversación sin haber jugado un solo down en la Liga?«.
«Va a ser una gran distracción. Esa es la realidad. No debería serlo, pero lo será«.