Desde que aterrizó en Barcelona a finales de julio, apenas pudo pasar una semana tranquilo. Una eterna comparación con Guardiola parece que puede ahogarle, aunque dicen que es duro como una roca. Gerardo Martino trata de mirarlo todo con la perspectiva del novato, del recién llegado a un lugar en el que hasta hace poco gobernaba las masas un líder que todo lo que decía y hacía era aplaudido. Todo.
Martino fue admirador del Barcelona de Pep. Como todo el amante al fútbol con dos dedos de frente. Ese Barça era demoledor, una trituradora con botas de diseño que aleccionaba a sus rivales en el primer tercio de partido para acabar sesteando cuando el marcador era ya imposible de igualar. La máquina alcanzó tal potencia y velocidad que muchos de los que creyeron que tras el Dream Team ya no verían nada igual, tuvieron la posibilidad de volver a disfrutar como criaturas. Eso sí, también hubo partidos infumables, algún patadón que otro y por qué no, bostezos varios, aunque más de uno haya querido idealizarlo todo.
Martino, el Señor Tata, sufre. Él es el heredero verdadero de Guardiola. Tito apuntaba a ello, pero su triste enfermedad le apartó drásticamente y ahora, el entrenador argentino aguanta. Sostiene con la cabeza fría la dura batalla que algunos tienen contra el presidente Rosell y que utilizan la figura del preparador para atizar sin piedad a Sandro, un mandamás que como la mayoría de sus antecesores, ya ve fantasmas donde sólo hay manos de gente dispuesta a ayudarle.
El Tata tiene el vestuario de cara y eso, hoy en día y con tanta vedette, es muy complicado. Algo estará haciendo bien. Tuvo gestos de tipo honesto, de persona normal y corriente que explotó su don con el balón siendo joven y que dada su personalidad se le abrieron las puertas de los banquillos. Hasta que llegó el Barça hace unos meses. No busquen más. No encontrarán lo que no existe. Martino padece, claro, como todos. Querría que el Barça volara, pero la máquina es más humana y las piezas tienen cinco años de desgaste. Hay que renovarlas, es verdad, pero claro, la comparación estará siempre ahí y ese sentimiento de no querer avanzar hará que nada ni nadie pueda crecer. Gerardo Martino resistirá. Es un señor. Es el señor Tata.
Moisés Llorens es periodista del Diario As.