Dorando Pietri, la leyenda del perdedor

Dorando_Pietri

Con apenas diecinueve años de edad, un joven italiano se dio de bruces con el atletismo. En septiembre de 1904, trabajando en un taller de confección en Capri y atraído por la participación del maratoniano más famoso de Italia, Pericle Pagliani, en una carrera en la ciudad, Dorando Pietri, con su ropa de trabajo, tomó la salida sin pedir permiso. Durante toda la carrera Pietri fue delante de Pagliani pero ante el enfado de este, le dejo ganar. Pocos días después, Pietri debutó oficialmente en una carrera de 3.000 metros en Bolonia, donde acabó segundo.

Su primer gran éxito internacional llegaría al año siguiente, en 1905, cuando vence en una carrera de treinta kilómetros en París. Su fama va creciendo al igual que sus éxitos. Un año después gana el maratón de clasificación para los Juegos Intercalados que se disputaban en Atenas, pero durante el maratón olímpico se ve obligado a abandonar por un problema intestinal cuando lideraba la carrera con una ventaja de cinco minutos.

En 1907 ya era el mejor corredor italiano en todas las disciplinas, desde los 5.000 metros al maratón.

Pietri era un corredor de baja estatura. Medía apenas 159 centímetros. Una estatura muy poco habitual en un maratoniano. Pero era un atleta muy consciente de la distancia a la que se enfrentaba. Este factor fue la clave para encarar el reto que le cambió la vida: los Juegos Olímpicos de Londres de 1908.

Un capricho de la familia real inglesa hizo que el maratón partiera del castillo de Windsor y llegara hasta el palco presidencial del Estadio Olímpico. A una distancia de 42,195 kilómetros exactamente. 2.195 metros más de los maratones que se venían disputando. Esta nueva distancia acabó siendo oficial en 1921 y lo sigue siendo en la actualidad.

A las catorce horas y treinta y tres minutos se dio el pistoletazo de salida. Cincuenta y seis atletas partieron de inicio. Pietri salio a un ritmo muy lento, consciente de que debía administrar las fuerzas. Los atletas ingleses ante la presencia de la Princesa de Gales, María de Teck, lo dieron todo durante los primeros metros y fueron cayendo uno a uno. Hacia la mitad del recorrido, Pietri ya iba segundo tras el sudafricano Charles Hefferson. En el kilómetro treinta y nueve le dio caza y consiguió dejarle atrás. Pero en ese momento el italiano ya sufría fatiga extrema y deshidratación. Recorrió apenas tres kilómetros más y entró en el estadio, pero los efectos de la fatigan le hicieron tomar la pista en sentido contrario, aunque los jueces le consiguieron orientar.

Pietri cayó al suelo desfallecido por primera vez. Las 75.000 personas que abarrotan el estadio enmudecieron. Todavía volvería a caer cuatro veces más. El italiano, que llegó al estadio con diez minutos de ventaja sobre el estadounidense John Joseph Hayes, tardó más de nueve minutos en recorrer los últimos 350 metros, pero consiguió cortar la cinta en primer lugar tras casi tres horas (2h54’46») corriendo. En la última caída, la leyenda dice que el entonces periodista Sir Arthur Conan Doyle le ayudó a levantarse. Ese argumento fue empleado por la delegación americana, que protestó por la ayuda indebida, de manera que Pietri fue descalificado y desposeído del oro olímpico en favor de Hayes.

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Fascinada por la actuación del atleta, la Reina de Inglaterra le entregó una copa dorada, réplica exacta de la destinada a los ganadores del maratón.

Más tarde, el propio Doyle -que años más tarde creó el personaje del detective más famoso de Inglaterra, Sherlock Holmesrelató la épica historia del corredor italiano para el Daily Mail y disparó la leyenda de Dorando Pietri.

Ese mismo año, Pietri fue invitado a participar en el Maratón de Nueva York, que por entonces se celebraba dando un total de 252 vueltas al Madison Square Garden. La cita fue histórica; más de 20.000 espectadores no quisieron perderse el duelo entre Pietri y Hayes, una carrera que consumó la venganza del pequeño corredor italiano, que venció en su propia casa al atleta americano y flamante campeón olímpico.

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