Derek Jeter, se despide otra leyenda

«Ahora bateando por los Yankees, el número 2, Derek Jeter, número 2», se oyó por última ocasión en Nueva York la grabación con la voz sagrada de Bob Sheppard introduciendo la venida al plato de un pelotero que en la noche del jueves pasado se despedía de su afición.

El salvamento desperdiciado por David Robertson llevó el juego a la parte baja de la novena entrada para un turno más del ídolo, del Capitán, ¡Derek Jeter!, cuyo número 2 se quedó corto por tanta grandeza y ejemplo a lo largo de 20 años.

Con un corredor en la segunda base, Jeter conectó un swing, hacia su banda contraria, el jardín derecho. Como tantas otras miles de veces contactó la pelota, ¡pegó un sencillo para que los Yankees de Nueva York derrotaran a los Orioles de Baltimore!

Parecía el desarrollo de un partido en la imaginación, pero las leyendas como Jeter convierten la ficción en realidad y el batazo sucedió de verdad en su último juego como paracortos en el Yankee Stadium, de una carrera que finalizó este fin de semana en Boston, también con un hit y una anotación empujada.

¡Ser un Yankee!

Muchos anhelan cumplir el mismo sueño, y no hay lugar para todos, por más perseverancia y esfuerzo. Cuántos niños y adolescentes que juegan béisbol no aspiran a llegar al equipo más ganador de las Grandes Ligas, los Yankees. Así lo deseaba Jeter, incluso era más específico: ser el paracortos.

Se lo manifestaba a más de uno: a sus padres, a un profesor, a un compañero y hasta en un anuario de octavo grado de proyecciones a diez años escribió: “Derek Jeter, jugador profesional de los Yankees”.

Durante los veranos en Nueva Jersey, el estado donde nació el 26 de junio de 1974, madrugaba incluso con los primeros rayos del sol y despertaba a su abuela materna, Dorothy, para jugar a béisbol. Además de ir calentando el brazo, arrancó a sentir un vínculo especial con los del uniforme a rayas debido a su abuela, hincha de los Yankees e incluso lo llevó al Yankee Stadium, el templo de Babe Ruth, Lou Gehrig, Joe DiMaggio y Mickey Mantle. El mismo parque de pelota en el cual la afición neoyorquina arrancó a ver en 1995 los primeros pasos de Jeter en las Mayores en un trayecto que con el paso de los años se volvió legendario.

Babe Ruth cambió la historia de los Yankees, pues con su arribo en la década del 20 surgieron los primeros títulos de una organización antes opacada. Y carentes de campeonatos desde 1978, Jeter ayudó a revivirlos a finales de los 90 e integró la era del Core Four junto a Andy Pettitte, Mariano Rivera y Jorge Posada, etapa terminada con el retiro de Jeter.

Culminó la carrera de un ícono no solo de los Yankees sino también del béisbol al batear más de tres mil hits, obtuvo un Novato del Año, cinco Guantes de Oro, cinco Bates de Plata, 14 selecciones al Juego de Estrellas, un premio al Jugador Más Valioso de la Serie Mundial y un nombramiento como capitán de la novena en 2003.

En las conquistas colectivas y compartidas con Pettitte, Rivera y Posada hubo cinco títulos del Clásico de Otoño, lo más preciado. “1996 es el primero y cada vez que se logra algo por primera vez es especial. 1998, el mejor equipo que ha habido. En 1999 repetimos y en 2000 repetimos. En 2009, es bueno volver a estar arriba después de tanto tiempo. Todos son especiales”, recordó.

A Jeter no se le elogió únicamente por sus hazañas. “Todo un embajador de este deporte. Fue de distintas maneras la cara de este juego. Gran pelotero en el terreno, pero para ser francos, una mejor persona fuera de éste”, lo describió Bud Selig, comisionado de las Grandes Ligas.

Joe Torre, considerado un segundo padre por Jeter, lo dirigió desde 1996 hasta 2007 y le impresionó al conocerlo su formación como persona, resaltando la responsabilidad y la capacidad para asumir cada situación sin descontrolarse. En otra ocasión agregó que “era tímido, aunque muchos no lo vieran así, y se la llevaba bien con la gente, era consciente quién era, lo disfrutaba y permitía a los otros disfrutar lo que realizaba”.

Para Posada, Jeter fue más allá de haber sido su compañero: “Fue mi mejor amigo en la novena; siempre lo voy a tener en el corazón porque me ayudó mucho”.

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Formación del hogar al diamante

Son suficientes los motivos por los cuales unos padres estarán tranquilos si sus hijos ven en Jeter el modelo a seguir. Hay deportistas que ocupan espacio en los medios por sus logros y sus escándalos. Los segundos no involucraron al paracortos en su vida profesional ni en la privada. Él mismo era consciente que no podía darle un titular cada día a los medios en la Gran Manzana o no hubiera sobrevivido en su carrera.

El buen comportamiento era uno de los puntos de los primeros contratos que firmó en su vida. No se trata del acuerdo de cuando los Yankees lo vincularon luego de graduarse de bachillerato en el Kalamazoo Central High School y ser seleccionado sexto en el draft de 1992 –los Astros de Houston, los Indios de Cleveland, los Expos de Montreal, los Orioles de Baltimore y los Rojos de Cincinnati lo pasaron–.

La meta de Jeter jamás recibió una carcajada u objeción alguna de sus padres, Charles y Dorothy. Todo lo contrario, el apoyo fue absoluto para que luchara con perseverancia. Sin embargo, en Kalamazoo, Michigan, donde creció, antes de cada año escolar se sentaban y trazaban unos compromisos para seguir con su dedicación al béisbol sin descuidar otras responsabilidades como las notas y la disciplina.

Charles fue campocorto en la Universidad de Fisk y alcanzó a dirigir a su hijo en pequeñas ligas. Algunas lecciones importantes le brindó en esa etapa, como cuando prefería irse a pescar y le tocó advertirle que no actuaba en el siguiente partido si se saltaba el entrenamiento. Y al culpar a un umpire por poncharse, Charles lo invitó a “controlar lo que podía controlar”.

“Es hora de tomar una raqueta de tenis, no sabes lo que es un deporte de equipo”, le reclamó en otra ocasión al no felicitar a los ganadores.

Ese no era el Derek Jeter del futuro en las Grandes Ligas, aquel pelotero con hambre de gloria, pero respetuoso si el desarrollo de una jugada o un partido no era el esperado, aunque sin volverse indiferente ante la derrota. No importaba cuál caída, perder siempre le generaba un sentimiento muy malo.

Se paró la diversión

“Hay que divertirse…”, respondió Jeter a un interrogante hace cuatro años con respecto a cuánto tiempo más iba a durar. Si octubre lo bañó varias veces con champaña, en el de 2012 cayó en la Serie de Campeonato de la Liga Americana al suelo del Yankee Stadium, sin embargo no en el estadio que conoció gracias a su abuela sino en el nuevo.

Una lesión en el tobillo dio por finalizada su postemporada y era una imagen inusual del Capitán, acostumbrado a dar lo máximo para llegarle a una pelota y asistir un out en el home como contra los Atléticos de Oakland en 2001, o su corrida en 2004 para atrapar una bola frente a los Red Sox con aterrizada en las gradas.

La recuperación lo limitó en 2013 y en febrero llegaría la noticia: 2014 sería su última campaña: “El año pasado fue duro para mí. Sufrí lesiones y caí en cuenta que algunas cosas las cuales siempre eran sencillas y divertidas para mí comenzaron a ser complicadas. Siempre me dije que cuando comenzara a sentir el béisbol más como un trabajo sería el momento de pasar la página”.

Hace un año, Jeter fue testigo del retiro lleno de homenajes a Mariano Rivera, el mejor cerrador de la historia, ahora le correspondió a él vivir los reconocimientos y agradecimientos en una temporada de no clasificación nuevamente a los playoffs para los Yankees, apenas la tercera vez que no avanzan durante su trayectoria.

Empieza entonces más temprano una etapa de un Jeter con intención de enfocarse más en algunos negocios, como la publicación de libros, en sus obras de beneficencia y en su vida personal, formar una familia es uno de sus deseos. Ya su carrera deportiva quedó atrás y qué difícil será que alguien iguale lo que ha hecho.

Rápidas del Capitán

0 Nunca fue expulsado en su carrera.

1 Campocorto con más hits en la historia (3.465).

2 Su número será retirado. El último número de un dígito en los Yankees.

4 partidos jugados en su carrera estando los Yankees matemáticamente eliminados. Tuvo 2.747 juegos en temporada regular.

6 en la lista histórica de hits (3.465). Pete Rose, primero: 4.256

9 en carrera anotadas (1.923). Rickey Henderson anotó 2.295 veces.

20 temporadas con los Yankees, un récord de franquicia. Estaba empatado con Mariano Rivera.

111 carreras anotadas en postemporada, líder.

200 hits en postemporada, líder.

.310, su promedio de bateo.

Hit 3.000 fue un jonrón en 2011.

Uno de seis jugadores en la historia en haber alcanzado al menos 3.000 hits en sus primeras 17 temporadas. Los otros: Pete Rose, Stan Musial, Hank Aaron, Ty Cobb y Paul Waner.

Se unió a Willie Mays como los únicos con al menos 3.000 hits, 250 jonrones, 300 bases robadas y 1.200 carreras impulsadas.

Junto a Bill Dahlen, Honus Wagner y Cal Ripken Jr., registró al menos 1.500 carreras anotadas y 1.500 juegos como campocorto.

Siempre quiso jugar campocorto, pero su ídolo fue el jardinero Dave Winfield.

No era difícil. Se trataba de jugar duro y tratar de ganar”, Jeter con respecto a haber sido el capitán de los Yankees.

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Despedidas sin fiesta en octubre

Tres grandes despedidas han tenido los Yankees desde 2008: en ese año le dijeron adiós al viejo Yankee Stadium, a Mariano Rivera en 2013 y a Derek Jeter en 2014. Hay un común denominador en estos años: los de Nueva York no pasaron a la postemporada.

Tanto Rivera como Jeter anunciaron sus retiros antes de comenzar lo que serían sus últimas temporadas.

Jugadores hechos en sus ligas menores para la rotación no les funcionaron en 2008, las lesiones les afectó la alineación en 2013 y la principal causa en 2014 se basó en que no batearon.

Artículo original publicado por el autor en El Tiempo

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