En algunos momentos, el barcelonismo lo idolatró como futbolista; en otros, lo veneró como entrenador y en una última etapa, entre 2003 y 2010, fue quien movió los hilos de la directiva desde las bambalinas. Ahora, Johan Cruyff, con 66 años, sigue teniendo un papel activo en el entorno azulgrana y un nuevo enemigo en el que centrar sus dardos: Sandro Rosell.
Cruyff y Jan Laporta se conocieron mucho antes de que el expresidente decidiera impulsar su carrera en el barcelonismo. El holandés buscaba un abogado y Laporta consiguió representarle. Había sido su referencia futbolística de juventud, podía haber sido el presidente de su club de fans, el principal ‘grouppie‘ del solista holandés y se inició una relación personal.
Mucho antes de que Laporta pudiera ni siquiera soñar con establecer esos puentes con Cruyff, el joven abogado barcelonés conoció a Armand Carabén, gerente de la directiva de Agustí Montal y el encargado de concretar el fichaje del holandés por el Barça en 1973.
Carabén, amigo personal de Cruyff, fue uno de los principales impulsores de ‘Elefant Blau‘, la plataforma crítica nacida contra el nuñismo creada en 1997 y que contaba con el joven Laporta (35 años) como uno de los miembros más combativos. Carabén, Cruyff y Laporta intimaron, la conexión ya está establecida.
Aquella tarea de zapador iniciada por ‘Elefant Blau‘ fue minando a Núñez, que dejó el club en 2000. Llegó Joan Gaspart y en 2003 el orden establecido le otorgaba el papel de favorito a la presidencia a Lluis Bassat.
Pero en aquella campaña electoral, Laporta dio el ‘sorpasso‘ y finiquitó al ‘establishment‘ representado por Bassat. El barcelonismo sabía, sin saberlo, que Cruyff estaría del lado de Jan y si tenía que asesorarlo en el futuro lo haría, aunque siempre desde un segundo plano.
Esos movimientos fuera de foco de Cruyff, la manera de moverse entre sombras, ese carácter poliédrico que le ha rodeado siempre -acompañado por el macarrónico lenguaje que destila-, pero también esa fidelidad a sus amigos, son signos identitarios del carácter del holandés.
Si Cruyff promete, lo puede llegar a cumplir, y con Laporta tuvo claro desde el primer momento que, aún sin cargo alguno, le apetecía asesorar a un discípulo de Carabén, a aquel que había llegado para cambiarlo todo.
Y lo hizo desde el primer momento: «Aconsejo a la junta, pero Laporta manda. Ellos me respetan porque saben que de fútbol puedo decir muchas cosas… Yo no mando, no tomaré ninguna decisión, ni estaré en ninguna reunión, pero si veo una cosa mal hecha, igual le llamo y le digo: Vigila«.
Eso dijo en una entrevista al poco de que Laporta fuera nombrado presidente y así fue. No fue casual que el director técnico elegido fuera Txiki Beguiristain, «el jugador más listo», que Cruyff había entrenado en la época del ‘Dream Team‘ ni tampoco que entre los primeros candidatos a ser entrenadores del Barça de Laporta hubiera tres holandeses: Guus Hiddink, Ronald Koeman y Frank Rijkaard.
Su mala relación con Sandro Rosell y el ascendiente que siempre tuvo Cruyff en Laporta fue una de las causas de la marcha de Rosell y de una parte de la directiva en 2005.
Sandro consideraba a Johan como «la amenaza fantasma», nunca se entendió con él. Venían de mundos diferentes, Rosell de una familia próxima al nuñismo histórico, del cual Cruyff era un enemigo acérrimo.
Salvo la contratación de Ronaldinho -Cruyff siempre identificaba jugadores brasileños con Rosell por su antigua vinculación con Nike Brasil-, el holandés bendijo buena parte de los movimientos de Laporta, aunque casi nunca lo hizo abiertamente.
Desde sus tribunas públicas en ‘La Vanguardia‘, la cadena Cope o después en ‘El Periódico‘, Cruyff se movía en una calculada ambigüedad para dar la sensación de que dijera lo que dijera, siempre podía acertar.
En la recta final de la etapa de Laporta, el tipo genial que creó el concepto del rondo, el ‘alma máter’ del ‘Dream Team’, aquel que ‘en un momento dado‘ puso a los barcelonistas ‘gallina de piel‘, aunque consideraba que ‘un palomo no hace verano‘ fue nombrado presidente de honor del club.
A pesar de que repetía: «antes de hacer un error, no lo hago«, Cruyff se equivocó al aceptar el único cargo que le ofrecieron porque poco después se convirtió en exfutbolista, exentrenador y expresidente de honor del Barça, ya que la directiva de Sandro Rosell le retiró el cargo.
Cruyff está de vuelta de todo. En las entrevistas habla más de su fundación que de fútbol, admite que no ve los partidos del Barça ni sigue la actualidad, pero siempre será un genio, el maestro, el tipo que más influencia ha tenido en la historia moderna del barcelonismo.