Acabamos de vivir el cada vez más cuestionado espectáculo de la entrega del Balón de Oro, donde los votos recontados a veces no coinciden con los emitidos o incluso, en esta edición, un bochornoso desliz del presidente de la FIFA Joseph Blatter obligó, en un hecho sin precedentes, a una ampliación de plazo para acabar favoreciendo al jugador que sufrió dicho desliz, Cristiano Ronaldo. El Balón de Oro no deja de ser un premio individual en un deporte colectivo. Un premio a que cada deportista haga la guerra por su lado.
Durante la disputa de la quinta etapa del Rally Dakar, el piloto catalán de motos Enric Martí sufrió un accidente. Tumbado en la área del desierto, a pleno sol, a más de 40 grados, acabó sufriendo un cuadro de deshidratación que le provocó alucinaciones. Fue atendido, mientras esperaba al helicóptero que lo evacuó, por el también piloto catalán de motos Gerard Farrés, que no dudó en detenerse y ayudar a Martí, aun poniendo en peligro su participación en el Rally por el riesgo de llegar fuera de tiempo. En un deporte individual, un piloto olvidó hacer la guerra por su lado para ayudar a un rival, a un compañero, a un amigo. Más tarde Farrés se vio obligado a abandonar al sufrir un incendio en su moto.
La durísima etapa se cobró la vida del piloto belga Eric Palante, quien ocupaba el puesto 88 de la categoría de motos. Palante había pasado por el punto de avituallamiento por la tarde y después ya no se supo más de él. Las causas de su muerte aún se están investigando. Esta era su 11ª participación en el Rally. Su cuerpo se encontró sin vida a la altura del kilómetro 143 de la especial entre Chilecito y San Miguel de Tucumán, según informó la organización.