Algunos lo llamaron autocomplacencia, otros prefirieron hablar de fin de ciclo. Recuerdo aquel partido en Old Trafford de finales de abril de 2008. El primer Barça de Laporta lo había confiado todo a aquella ‘Champions‘, pero el sueño acabó allí, con un gol de Scholes, aquellas cabezas gachas y la decepción después de dos años perdidos sin tomar decisiones.
Ahora el momento es otro. Este equipo puede luchar contra cualquiera en el cuerpo a cuerpo, en competiciones cortoplacistas puede sorprender al mejor equipo, pero en la Liga no. Demasiadas concesiones, demasiados errores y un planteamiento errático, otro más.
Es posible que los jugadores se hayan cansado de ganar o que en otros casos la edad y la motivación les pase factura. Puede ser la influencia del Mundial y la necesidad de dosificarse para cuando vuelvan, si es que vuelven, momentos mejores.
La inercia es perdedora y toca mover ficha a los que mandan. Replantearse si el entrenador es el adecuado para el proyecto, analizar si Zubizarreta es el secretario técnico necesario y, sobre todo, pensar en el equipo. En los que sobran y en los que faltan.
Para llegar a ese punto es preciso mantener la cabeza fría y no dispersarse. Por eso, lo principal es que la directiva tome conciencia de la situación y empiece por dar ejemplo, dé marcha atrás al proceso de referéndum y no actúe como si la situación no tenga que ver con ellos.
Hace unos años, el equipo había acostumbrado a los culers a sostener con su brillantez a la institución. Había dos líneas paralelas, el club y el equipo, dos círculos que nunca se tocaban y que gracias a ello, los futbolistas vivían en su burbuja de éxito.
Ahora no es así. Hemos retrocedido al pasado. La pelota, más que nunca, vuelve a marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso y cuando ello ocurre, mala señal en Arístides Maillol, porque históricamente el Barça tiene que ser el mejor para conseguir títulos.
Bartomeu hará bien en reconducir su hoja de ruta y recordar que no está al frente del club por la voluntad del socio, sino por ese caprichoso azar que marca muchas veces la vida del club, como en aquella ocasión que Reyna se hizo cargo de la entidad o cuando Trayter levantó una Euroliga de baloncesto. Cosas del destino.
La mejor manera de salir adelante es admitiendo la situación, convocando elecciones y rehaciendo el proyecto. Laporta perdió dos años antes de decidir qué hacer con el Barça de Rijkaard, Bartomeu tiene en sus manos minimizar la situación y no esperar a que una victoria en la final de Copa esconda la verdad.
Algunos lo llamarán autocomplacencia, otros preferirán hablar de fin de ciclo. Este equipo me recuerda mucho a aquel de Old Trafford. El sueño puede haber acabado hoy.
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