Tras el éxito obtenido en su primera temporada al frente del primer equipo, Pep Guardiola afrontaba el segundo año con la mirada puesta en el único título que el Barça no tenía en sus vitrinas: el Mundial de Clubes.
Cambios
El ejercicio comenzó con otra baja sonada que sumar a las de Deco y Ronaldinho, traspasados un año antes. En esta ocasión, Guardiola decidió prescindir de Samuel Eto’o y el camerunés recaló en el Inter de Milán, donde le esperaba un José Mourinho que se cruzaría cuatro veces en el camino del equipo azulgrana. A cambio, el Barça incorporó a uno de los futbolistas con más clase del mundo, Zlatan Ibrahimovic. Junto al sueco, llegaron también el lateral brasileño Maxwell y Dimitro Chygrynskyi, un central ucraniano en el que Pep había depositado muchas esperanzas y que no tendría el desempeño deseado.
En cuanto a las salidas, a Samuel Eto’o se sumaron Gudjohnsen (Mónaco), Jorquera (Girona), Martín Cáceres (Juventus), Hleb (cedido al Stuttgart) y Víctor Sánchez, miembro de la generación de Messi y Piqué que acabó en el Xerez. Por último, Sylvinho, titular un mes antes en la final de Roma, abandonó también el club tras ver finalizado su contrato.
Haber ganado Copa, Liga y Champions League otorgaba al equipo la opción de hacerse con dos trofeos más antes de iniciarse la temporada: las supercopas de España y Europa. La primera se saldó con un cómodo 5-1 global frente al Athletic Club de Bilbao (1-2 y 3-0), mientras que la segunda se resolvió gracias a un gol de Pedro en la prórroga frente a un Shakhtar Donetsk que contaba aún con Chygrynskyi en sus filas. Copa, Liga, Champions League, Supercopa de España y Supercopa de Europa. Ese era el balance del Barça en 2009. Pero el equipo quería más, aspiraba a ser el primero en obtener seis títulos en un solo año. Y para eso quedaba la asignatura pendiente del club: el Mundial de clubs.
Un gol con el escudo
La cita era en Abu Dabi. Allí, el equipo de Guardiola se deshizo con relativa facilidad en la ronda de semifinales del Atlante mexicano –pese a encajar un gol en el minuto 4– por 3 goles a 1 para, tres días después, disputar la tercera final de la competición ante Estudiantes de la Plata. De nuevo el Barça comenzó perdiendo el partido cuando Mauro Boselli adelantaba a los pincharratas en la primera parte. A partir de ahí, el equipo catalán asedió una y otra vez la portería argentina, pero el gol no acababa de llegar. Tuvo que ser Pedro, a falta de dos minutos, quien convertido ya en el único futbolista capaz de marcar en seis competiciones en un año, llevara el partido a la prolongación, asestando una profunda estocada anímica al campeón sudamericano. La puntilla, no obstante, llegó de la mano de Leo Messi, quien puso el pecho, el escudo y el corazón para rematar un centro desde la banda derecha que colocaba al Barça en lo más alto.
La liga de los 99 puntos
En la Liga, la actuación del once azulgrana fue prácticamente inmejorable. Forzado por los buenos números del Real Madrid de Pellegrini, el Barça acabó el campeonato sumando 99 puntos y estableciendo, otra vez, un récord. Sólo el Atlético de Madrid (2-1 en el Calderón) sería capaz de derrotar a un equipo que sumó 31 victorias y 6 empates. En los duelos con su máximo rival, un gol de Ibrahimovic en una lluviosa noche barcelonesa sirvió para vencer al Madrid, por lo que el partido de vuelta en el Santiago Bernabéu volvía a cobrar un enorme protagonismo.
El año anterior, el 2-6 frente a los de Juande Ramos hizo que el Real Madrid apostara por un nuevo entrenador, el chileno, caracterizado por el buen trato al balón. Y así, con la idea de disputarle la pelota al Barça, saltó el equipo merengue al césped. Pero en aquellos días, el cuero estaba casado con el equipo de Guardiola, de modo que primero Messi y luego Pedro –otra vez Pedro– acabaron por derrotar de nuevo en su casa al gran rival.
Un islandés y dos portugueses
Eliminados en octavos de final de la Copa del Rey por un Sevilla que acabaría siendo campeón, el gran reto del Barça en esta temporada era revalidad su cetro europeo y plantarse en la final, que se disputaba en el Santiago Bernabéu. Tras superar la fase de grupos como primero, Stuttgart y Arsenal caerían eliminados sin demasiados problemas en las rondas de octavos y cuartos de final. En semifinales esperaba el Inter de Milán de Mourinho, al que los culés habían superado en la primera fase.
El entrenador portugués iba a ser uno de los protagonistas de la eliminatoria (¿cuándo no lo es?), pero pocos esperaban que otro compatriota suyo y un convidado islandés también se sumaran a la fiesta. El viaje del Barça a San Siro para disputar el partido de ida se vio condicionado por el volcán islandés Eyjafjäll, cuya erupción cerró prácticamente todo el espacio aéreo europeo y obligó al equipo de Guardiola a desplazarse por carretera a Milán.
Allí, ya sobre el césped, el Barça comenzó bien y se adelantó en el marcador gracias a un gol de Pedro que parecía encarar la eliminatoria. Pero tras el descanso, ya con 2-1 en el marcador y un equipo menos intenso, apareció otro portugués llamado Olegário Benquerença para sumarse a la fiesta ignorando un claro penalti sobre Dani Alves y, sobre todo, dando validez al gol de Diego Milito, anotado en claro fuera de juego. La final del Bernabéu se alejaba, pero aún quedaba una esperanza en el partido de vuelta.
La sobreexcitación que causa Mourinho entre los culés fue una pesada losa para el Barça. Pertrechado atrás y con Eto’o jugando prácticamente como lateral, el Inter volvió al catenaccio de los años 60 y 70 y sólo Piqué en el minuto 83, fue capaz de perforar la meta de Julio César. Quedaban pocos minutos y la anulación del 2-0 de Bojan por una mano de Touré certificó la eliminación del campeón de Europa.
El fiasco sueco
El fichaje estrella de la temporada fue Zlatan Ibrahimovic. El sueco inició la temporada con buenas actuaciones, goles e implicación en el equipo, pero poco a poco fue diluyéndose hasta que Guardiola optó por ir retirándole de la titularidad. La relación entre ambos quedó más que dañada, pero lo cierto es que las prestaciones del delantero cayeron en picado y, para más inri, contrastaban con las de un Bojan que respondió con tantos. Ibra llegó para jugar en el Barça cinco años y se marchó tras la primera temporada. El Barça se había equivocado en su fichaje, pero con su traspaso al Milan inició el camino que le llevaría, unos meses después, a impartir la mayor lección de fútbol que se ha visto hasta ahora en una final de la Liga de Campeones.
Pero esa es otra historia.