En tiempos de inmediatez y cuando no ganar es un fracaso, la figura de Arsène Wenger sobresale por su permanencia casi infinita en el Arsenal. Condenado el equipo gunner a jugar un desempate en la FA Cup frente al Hull City, la temporada amenaza con cerrarse otra vez en falso. Y van… Pero Arsène permanece. Impetérrito, incansable, inasequible al desaliento. E intocable.
“Si el Arsenal no gana esta Liga, Wenger debería estar bajo presión”, consideró Paul Scholes, leyenda del Manchester United y que desde su colaboración en el Daily Mail comparó el partido del Leicester frente al West Brom con el del Arsenal ante el Swansea. “El Leicester no hizo un buen resultado, pero si mirabas su partido se veía que estaban desesperados por ganar. El Arsenal contra el Swansea fue un desastre”, resumió el pelirrojo.
Bastante más duro, desde SkySports, fue Paul Merson. Considerado uno de los jugadores más emblemáticos del Arsenal en los 80 y los 90, el ex centrocampista gunner afirmó directamente que Wenger “debería dejar el puesto” si Leicester o Tottenham acaban conquistando la Premier. “Si el City gana la Liga, puede darse la vuelta y decir que tienen todo el dinero del mundo para comprar a quien quieran, pero no puede justificarse de ninguna manera frente a Tottenham o Leicester” escribió Merson antes de que el Swansea ridiculizase a los gunners en el Emirates.
Verse señalado no es nuevo para el entrenador del Arsenal. Ganador del doblete en la temporada 1997-98 y vencedor de siete títulos entre 2001 y 2005, la derrota ante el Barcelona en París fue el inicio de una auténtica travesía por el desierto.
El Arsenal acumuló ocho temporadas sin un trofeo que llevarse a la boca y Arsène Wenger comenzó a ser contestado desde diversos ámbitos. Incluso, en 2013, se conoció una encuesta realizada alrededor del Emirates en que se demostró que la figura del entrenador no era apoyada de forma mayoritaria y en una de las reuniones del consejo hubo accionistas que insinuaron la conveniencia de relevarle de su puesto pero Stan Kroenke apareció para reafirmar su apoyo. Y ahí siguió. Y permanece. Y volvió a renovar hasta 2017, presentado como el personaje indicado para liderar un proyecto de futuro. Mantiene, al menos de cara a la opinión pública, el apoyo indiscutible de los ejecutivos del club, por más que pierda apoyos de forma acelerada fuera de la entidad.
Arsène Wenger es un entrenador que invita al debate. Defensores de su apuesta futbolística, de su buen tino con el descubrimiento de talentos y de su firmeza en la filosofía del club se enfrentan a muchos que no lo pueden ni ver, que ponen énfasis en su fama de perdedor y le consideran, incluso, un fraude.
Marzo de 2016 no es tan distinto a años pasados. Camino de la eliminación en la Champions y derrumbándose en la Premier, el Arsenal está en la encrucijada habitual. Hay, sin embargo, una diferencia: no son el Manchester City, el Chelsea o el Manchester United los que le apartan del liderato, sino el gran enemigo Tottenham, un equipo con las mismas o menos posibilidades económicas, o, peor aún, el Leicester.
Que los zorros de Ranieri acabasen ganando la Liga sería, quizá, un golpe demasiado fuerte para que Wenger mantuviera la leyenda de intocable que le ha acompañado tantos años.