«Quien no da la talla no merece una segunda oportunidad«, aseveró Martino tras el duro empate ante el Getafe. Ese punto era entonces la sentencia de muerte a la candidatura al campeonato de Liga del conjunto culé, mantenida luego en el respirador por los tropiezos de los dos equipos de Madrid.
El Barça sigue vivo, aunque apenas colea, pero el Tata ya ha dicho adiós. No fueron declaraciones chocantes, ya que el divorcio se intuía desde hacía meses atrás, aún cuando los resultados acompañaban. El técnico rosarino pareció no encontrarse nunca cómodo en una institución en la que nadie ha podido hacer lo propio durante la presente temporada. Un clima atípico al que los resultados iban maquillando y que ha estallado en cuanto el equipo no ha dado para más.
La reunión de Zubizarreta con Luís Enrique es el último clavo en el ataúd de Martino como entrenador azulgrana. Sea Lucho el elegido o no, el director técnico de un club no se reúne con el entrenador de otro con la competición en marcha con otras pretensiones que no sean sondear su disposición para unirse a la disciplina de su equipo. Las imágenes captadas ayer en Gavá son el titular que durante meses se ha intuido, pero nunca confirmado.
El Tata se va, previsiblemente de vacío, y la impresión que puede quedar es que el fútbol ha sido injusto con él. Llegó a un equipo agotado y al borde del colapso y lo ha mantenido vivo en todo hasta abril, con más resultados que juego, casi nunca vistoso. Regresará a Argentina sin tener la oportunidad de realizar los cambios que hallara pertinentes, víctima de un inmovilismo que venía sugerido desde arriba y desde abajo. Trató de encajar a todos los cracks y el invento se vino abajo en los envites de categoría. Algunas decisiones discutibles y una semana espantosa en la que se tiraron los tres títulos (a pesar de la relación tóxica que mantiene la Liga con sus hombres) acabaron de convencerlo de dejar la entidad, si es que no lo estaba ya.
Es imposible saber hasta dónde habría llegado este Barça con otro técnico. El ciclo se quiso estirar como una suerte de goma de mascar y acabó roto por ambos lados. El papel otorgado a Martino no fue fácil y siempre pareció que todo lo que le pedían aquellos que lo contrataron era mantener el juguete por inercia, tocando lo mínimo posible. Abandonará el barco y nadie tendrá la percepción de que sea el máximo responsable de nada, sólo verán en él el tipo al que le tocó lidiar con una tarea que le sobrepasó y que posiblemente habría hecho lo mismo con cualquier otro que se hubiese puesto al frente. Se asume con naturalidad estos días que el Barcelona necesita una renovación con tintes de revolución, sin parar demasiada cuenta en que el primer damnificado será el entrenador y no los jugadores que tampoco rindieron bien en las segundas vueltas con otros dos técnicos en años anteriores.
Quizá con la paciencia que aquí sólo se tiene con éxitos y un cierto pedigrí el Tata pueda demostrar que, en efecto, es el gran entrenador que ha demostrado ser en otros lugares. Hoy por hoy, la decisión de continuar por caminos separados parece la mejor opción para todos.