En el draft de la NFL que comenzará el 8 de mayo habrá grandes jugadores como el muy codiciado quarterback Teddy Bridgewater, el también mariscal de campo Blake Bortles, el fabuloso pass rusher Jadeveon Clowney, receptores como Evans o Watkins, el tackle ofensivo Jake Matthews o el muy controvertido caso de Michael Sam. Todos ellos, sin embargo, palidecen ante la atracción que despierta el ganador del trofeo Heisman de 2012, el polémico y carismático quarterback de los Aggies, apodo por el cual se conoce a los jugadores de la universidad Texas A&M.
Hablamos de, cómo no, Johnny Manziel.
A Johnny Football, tal como lo llaman sus partidarios, o se le quiere o se le odia. No deja a nadie indiferente. Inmaduro, presente en toda fiesta que se precie, provocador y con un estilo de juego que no parece el más adecuado para la NFL, los ojeadores no saben qué hacer con él. No hay consenso en los mock drafts, proyecciones que realizan los medios americanos en las cuales se trata de vaticinar qué hará cada equipo con su selección atendiendo a las necesidades de su plantilla. Con tantos equipos necesitados de quarterback (Jaguars, Browns, Texans, Vikings, incluso Rams), es evidente que el ex de los Aggies ya no estará disponible para la segunda ronda del sorteo. No obstante, siendo la de 2014 una buena clase de quarterbacks, la duda es qué general manager se va a arriesgar a meter a Johnny en su vestuario.
«Si eres un mierda, al final se va a volver contra ti«, arremetió Tom Brady contra él cuando fue preguntado por la forma de jugar de Manziel. Y es que el bueno de Johnny dista mucho de la figura de quarterback que podría encarnar Peyton Manning, un jugador que pasa cada gesto y cada palabra por el filtro previo del respeto a los compañeros. El 2 de la Texas A&M no es ni corto ni perezoso a la hora de celebrar sus jugadas y su típico gesto frotándose los dedos tras cada touchdown se ha convertido ya en marca registrada. Los más voraces linebackers de la Liga se frotarán las manos ante la posibilidad de llevarlo al suelo con dureza.
«No voy a cambiar quién soy porque los medios de comunicación quieran que sea esto o lo otro» respondió Manziel a Sports Illustrated. «Probablemente he molestado a la gente en algunas ocasiones«, continuó, «pero, a fin de cuentas, la gente está enfadada conmigo porque yo hago todo lo que ellos quieren hacer«. Su problemático carácter fuera del campo espanta a muchos equipos interesados, que ven en él un potencial Ryan Leaf. «Lo que me hace especial en el campo es lo que no gusta fuera de él«, aseveró.
Y es que la anarquía es el motor de su juego. Imprevisible, en ocasiones genial y siempre competitivo hasta el límite, Manziel es una fuerza de la naturaleza aunque apenas levante un metro y ochenta y cinco centímetros del suelo. Corre como un demonio, es elusivo como si estuviese hecho de jabón y tiene un sexto sentido en el gridiron. Especialista en alargar las jugadas y en sacar petróleo en situaciones donde el 99.9% de los quarterbacks acabarían lanzando la pelota fuera del terreno de juego, su juego recuerda en parte al del campeón de la pasada Super Bowl, Russell Wilson. Manziel es la esencia misma del término playmaker.
Con un acierto en el pase del 68.9%, más de 7800 yardas por aire con 63 TD (con un muy buen ratio TD:INT de 2.9) y 2169 yardas por tierra a las que hay que añadir 30 TD en únicamente dos temporadas como titular de los Aggies, pocos jugadores pueden presumir de currículum como él. Encarna a la perfección el prototipo de quarterback moderno, a la estela de Kaepernick, Griffin o Wilson e incluso Michael Vick, que fue elegido el primero en el draft de 2001 y que se ha quedado muy lejos de las expectativas que prometía. Con un espectacular 6.3 yardas por intento en carrera, sólo Kaepernick fue más efectivo corriendo la pelota (6.9), aunque disputar la West Athletic Conference dista mucho de competir en la temible South Eastern Conference donde participa la Texas A&M.
¿Fracaso o la próxima gran estrella? A pesar de que parezca contradictorio, Johnny Football tiene todos los mimbres para ser cualquiera de las dos cosas. Es un talento descomunal, un jugador de época embutido en el pequeño cuerpo de un tipo al que le encanta todo lo que conlleva ser una estrella. Una ambición y una competitividad sin igual lo distancian de otros como Ryan Leaf, que vieron como su carrera se despeñaba mientras miraban con desidia el freno de mano. Manziel anhela triunfar, adora los focos y ser el centro de atención, protagonista de fiestas y portada de revistas. Su éxito o ausencia de él va a depender, en gran medida, del lugar en el que acabe. Si tiene la suerte de recaer en los Texans, un conjunto con gran potencial mermado por el muy frecuente lado oscuro de Matt Schaub que juega en la paupérrima AFC South, Johnny puede explotar como uno de los grandes QBs de la década. Si, por el contrario, el destino lo lleva a Cleveland o debe cargar con la losa de levantar a los Jaguars, la historia puede ser muy diferente. De todas maneras, el nombre de Johnny Football amenaza con ser uno de los más repetidos en los años futuros.
Para bien o para mal.